lunes, 20 de febrero de 2017

ULPIANO
 Esta mañana, mientras en el monte de Gargabete paseaba con mi fiel perruca Babas,   mirando los espacios sombríos que tenían escarcha y los puntos donde el sol ya había llegado que lucían  primaverales, me dio por remover mis meninges reconduciéndolas hacia el recuerdo.
Me llegó el nombre de Ulpiano, nombre por otra parte poco común  en esta época, donde los Kevin el Jonatán,  el Asier, se están enseñoreando en los registros civiles.
Ulpianos, he conocido dos en mi vida.
Uno  de casualidad,  fue  gobernador civil de Salamanca al que el pueblo apodaba como Ulpiano I el Casto, por la cruzada que hizo contra la prostitución y en favor de la moral y las buenas costumbres allá por principios de los años setenta, si mi memoria no falla
El Otro Ulpiano,  menudo, delgado,  un ser peculiar, pariente lejano, amigo próximo. Procedente de Horcajo Medianero, recaló en su infancia  en Santa Marta de Tormes y  antes de alcanzar la mayoría de edad, emigró a Cataluña, regresando, de nuevo, años después a Santa Marta ,con una ideología virada a la izquierda de la que nunca se  separó, a lo largo de su vida.
Calefactor-fontanero de profesión llegó a Concejal de  Santa Marta,  diputado provincial por el partido Comunista  en Salamanca, dejó su trabajo en  los radiadores y en la grifería durante su periodo de diputado para dedicarse a tiempo completo a la de  político.
Le acompañaban por aquel entonces, un modesto piso sin ascensor  y un Renault 9, ya entrado en años. Cuando abandonó la política, seguía viviendo en ese mismo piso y conduciendo el mismo auto, y evidentemente,  en consecuencia con su moral, volvió a montar calefacciones con sus antiguos jefes hasta  el fin de sus días.
Nunca se adueñó este viejo comunista de un centavo  ajeno, nunca  colocó a  nadie de su prole en un despacho, ni pidió una canonjía para  sus allegados. Vivió y murió  fiel a sus ideas, a sus principios y rodeado de los mismos amigos de siempre, con los que gustaba compartir un botellín de cerveza y discutir de política.
Escuchar a Ulpi hablar de comunismo era toda una lección de adoctrinamiento y de convicciones ideológicas, creía en ello y eso le daba un plus de autoridad moral por encima de  otros muchos

Ahora me da la sensación de que los  sucesores en la ideología comunista no  tienen la misma escala de valores que el bueno de Ulpiano. No han matado el oso y ya se están repartiendo la piel.

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