domingo, 25 de febrero de 2018

COSTA TICA; PÓRTICO DEL EDEN. VISITA A CENTROAMERICA 3

COSTA TICA; PÓRTICO DEL EDEN.
VISITA A CENTROAMERICA

3

Mi amiga apareció a las 12.15 nerviosa y disculpándose por el retraso. Le digo que no importa, que tengo 88 días por delante para  conocer el país sus gentes sus costumbres y para hablar  de todo y de todos.
Una muchacha que ronda los 30, joven, dinámica, cordial que empieza llamándome de usted y usando para cualquier frase la muletilla “ si Dios quiere”,
Paseamos, tomamos una cerveza bien fría, comimos un ”Gallopinto”,  otro café chorreado, con el tiempo iré dándome cuenta que el café debe tomarse de esta manera, con agua caliente y sobre una manga de colador que usaban nuestras abuelas; ellos dicen que el café expreso hace perder aroma y calidad a sus excelentes granos.
Después nos acercamos al hostal, pillamos las maletas y en un taxi nos acercamos a las cocheras de la MUSOC,  la empresa de buses que nos llevaría a Pérez  Zeledón
 Son unos 135 kilómetros, casi tres horas de viaje por carreteras inenarrables, pero con unos paisajes que me tenían embelesado.
Me harté a hacer fotos, creía estar en el paraíso, selva, selva y más selva, ese paisaje idílico y relajante que contrasta con la locura y agresividad que manifiestan los conductores de todo tipo de vehículos; adelantamientos en línea continua, cruces cuando viene alguien de frente, pitadas, gritos, vehículos obsoletos, que en las rampas del Cerro de la Muerte no alcanzaban los 20 kilómetros a la hora.
Con parada intermedia de 20 minutos en  lo mas alto famoso cerro  de la Muerte, para ir al baño y tomar algo fresco, ya que el bus no tiene aire acondicionado, un café mas, unas chucherías para Chaco y una visita al lavabo, refrescarse la cara y quitarse el sudor.
Beatriz me explica que se llama cerro de la muerte porque  ese punto era tabú para los que querían acerarse al Pacifico, ya que las noches llegan a alcanzar los dos o tres grados y la gente moría  de frio, lo que se consideraba una maldición de los dioses.
  Tres horas justitas de viaje y llegamos a San Isidro del General, capital de la región de Pérez  Zeledón.
De nuevo un taxi y en cinco minutos estábamos en el lugar más bonito que os podáis imaginar: Una casita de 4 dormitorios, en medio de la selva, rodeada de árboles ciclópeos, a su vez poblados de gran vaciedad de frutos y de aves  rarísimas; trinos de miles de pájaros, que atraviesan los cristales del taxi y se incrustan en la mente como melodías  imposibles.
El taxista conoce a Beatriz, la lleva casi todos los días a casa, ella no tiene coche y no conduce y como vive a 3 kilómetros de la cuidad no tiene otro medio de transporte.
El taxi ronca desaforadamente subiendo la última rampa  a la casa de Bea, las ruedas patinan sobre la gravilla y finalmente consigue llegar a la cumbre.
Las presentaciones de rigor: D Gerardo el patriarca, Isaac, (Chaco) el hijo de Beatriz, niño súper educado, que nada más verme, se lanza a abrazarme gritando “ Don Luis, cuantas ganas tenia de que usted viniese, mi amigo”;  Yostin el hijo adoptivo de Beatriz y David, el papá de Chaco. El cariño, la educación y el respeto de esta familia son dignos de encomio.
Ducha rápida, cena frugal ya son las 6 de la tarde y se cena a esa hora, una charla distendida, plagada de preguntas por parte de los anfitriones; Chaco no se aparta de mí, parece que  le han regalado un juguete nuevo; a cada instante interviene en la conversación y me cuenta sus  cosas, entre ellas que quiere ser paleontólogo, así sin anestesia ni nada.
La velada se prolonga durante unas tres horas, sin un minuto de silencio y a eso de las 9 de la noche, todo el mundo se va  retirando, yo hago lo mismo, cierro las cortinas por recomendación de Chaco, para que no me entren insectos y me piquen y me dispongo a dormir a  pierna suelta.
Ha sido un día intenso, muy fructífero, agotador diría yo, pero a pesar del cansancio el sueño no acaba de llegar, he visto las 11 de la noche en el móvil antes de dormirme.

 

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