martes, 14 de agosto de 2018


JOSE DANIEL ORTEGA SAHAVEDRA. (Presidente de Nicaragua)

Mi nada querido, nada apreciado, nada respetado y nada admirado Daniel Ortega.
Ya sé que usted no va a leer mi Facebook, ni mi blog, ( moterusvetustus.blospot.com), ni mis correos; y que yo para usted soy una persona inexistente; es más imagino que  no dedicará ni un segundo de su vida a leer estas líneas, aunque su  magnífico servicio secreto se lo haga llegar.
Hace poco más de un año visité su país, mejor dicho no su país, aunque usted se haya apropiado de él,  sino ese  maravilloso país que usted usa como cortijo propio y en el que manda y ordena como buen dictador, con mano férrea, descabezando a quien le molesta como ya hizo en su época de guerrillero.
Para entrar en su país, ya tuve problemas a pesar de tener todos mis documentos en regla,porque  se ve que el hambre aflora entre los funcionarios y la funcionaria aduanera correspondiente me estuvo puteando durante  5 horas a fin de que le diera una coima, una mordida, un dinero por algo  a lo que tenía  legalmente derecho con arreglo a los acuerdos entre “su” país y el mío (España), pero evidentemente,  ni participo en  corruptelas, ni las acepto.
Recorrí muchas ciudades y pueblos: su capital, Granada, Nueva Guinea, Madrid, León, Chontales Rivas, Managua, los lagos,  Palacagüina, altagracia, Sandino,… su maravilloso asentamiento   arqueológico, abandonado a su suerte, hice unos 3.000 kilómetros por el país y durante doce días, hablé con cientos de ciudadanos sumisos, miedosos,  temerosos de hablar, incapaces de contar algo contrario al pensamiento único sandinista que impera en la población, impuesto a golpe de barrote, o de 9 mm parabellum.
 Durante ese viaje, llevé en mi destartalado Musso a más de 20 personas que hacían auto stop, porque el servicio de autobuses es nulo y los pocos que hay no cumplen los horarios ni tienen capacidad para tanto viajeros.
Vi un hermoso país descuidado, consumido por el fuego, convertido en una atentica savana calcinada, gente ganando 100 dólares al mes por 12 horas de trabajo diario, sin derecho a descanso semanal.
Vi una madre cargada con su hijo de 4 años  tetrapléjico al que llevaba en brazos desde el centro de rehabilitación hasta su domicilio a 5 kilómetros de distancia con 32 grados de temperatura, a la ue llevé a su domicilio variando mi ruta y sinceramente lo hice encantado. Esta mujer a pesar de todo justificaba la política que usted impone.
Vi cada poste del tendido eléctrico, cada columna, cada hito pintado con los colores del frente sandinista, no con la bandera del país, no, con los colores de su partido unitario y dictatorial.
Vi a la policía  mendigándome una  limosna para reparar sus ajadas botas ya prácticamente sin suela.
Vi como un país de gente extraordinaria vive sometido a la bota militar del dictador mientras muere de hambre.
 Vi caballos famélicos, vi vacas que daban lástima, vi incluso campos quemados por los lugareños para capturar iguanas y poder llevar a su mesa una mínima ración de proteínas
 Visité uno de sus centros  de adoctrinamiento sandinista, lo vi por dentro, acompañado de la secretaria provincial de su partido y de un diputado orondo, bajito, doctor en cardiología, que no paraba de alabar las bondades del sandinismo, y por ende del  orteguismo.
Vi como este hombre culto basaba su política en la creencia de que “su amigo Jesucristo “era quien guiaba los pasos del  líder sandinista (usted).
 Vi como una persona formada tenía el cerebro lavado por una ideología obsoleta, dictatorial y represiva, hasta el extremo de intentar  catequizarme con las ideas de Sandino. Me conminó a fotografiarme con los dibujos  de la pared de la sede donde usted, Sandino y la señora vicepresidenta están plasmados para mayor gloria de su revolución.
Dos poster tamaño 100 x 60 uno con su efigie y el otro con el de la vicepresidenta, fueron enrollados  con mimo para que cuando regresase a España los colgase en mi salón.
 En este puto mundo,   guías espirituales, salvapatrias, iluminados, mesías..( como Franco , Hitler, Mussolini,  Lenin, Stalin, Castro, el Che,  Chávez, Maduro)… deberían estar encerrados bajo siete llaves o siete toneladas de granito, para evitar el sufrimiento que imponen a sus subordinados.
Ahora sigo con interés el deterioro que se vive en  ese país, en esa Nicaragua preciosa, donde las gentes de bien mueren aplastadas por el mero hecho de reivindicar  los más elementales derechos humanos y una brizna de democracia y dignidad.






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