COSTA
TICA; PÓRTICO DEL EDEN.
VISITA
A CENTROAMERICA
5.-
QUEPOS-MANUEL
ANTONIO
Mi
interés en conocer Centroamérica y en especial Costa Rica, hace que me pase unas horas charlando con
David y Beatriz, a fin de establecer más o menos un sistema de visitas, a los
cientos de lugares de los que he oído hablar y que parecen ser todos ellos de una belleza
sobrenatural.
Pregunto por la estación del tren y mis anfitriones me
dicen que solo hay dos líneas de tren, que hacen desde San José, la capital dos rutas, una hasta Alajuela y
otra en sentido contrario, hasta Cartago, con un recorrido aproximado de 40 kilómetros
en cada sentido, que la frecuencia es de dos trenes al día, que la lentitud es
pasmosa y que el estado de los trenes y vías es más que lamentable, que es raro
el dia que no hay un accidente, ya que los coches n o respetan al tren, y este
los arrolla, así que no me queda más remedio que decantarme por los autobuses.
Tomamos
los folletos que me había conseguido el poli y decidimos (decidieron) que lo
mejor era empezar por la costa pacífica y; realizar los recorridos en sentido
de las agujas del reloj, marcando como primer
lugar de visita la playa de Dominical, un sitio
plagado de surferos bohemios, algún que otro perro-flauta, y mucho
mochilero, especie con la que me siento especialmente identificado.
Como
buen mochilero, meto lo imprescindible para pasar una semana recorriendo
poblaciones de noroeste de Costa
Rica y a las 5 de la mañana ya estoy
subido a un bus, que me llevará hasta
Dominical; un trayecto de 35 kilómetros para el que se emplea casi hora y
media. El bus tose, renquea, los asientos son
mínimos, el aire acondicionado no existe y el viento entra por las ventanas
abiertas abofeteándote con su calidez en el rostro.
Las
calles de Dominical son de tierra, los tenderetes de vendedores copan todo el
borde de la playa, las tablas de surf brillan sobre las impresionantes olas del
Pacífico, el calor a pesar de ser las 7 de la mañana es agobiante y más con una
mochila de 8 kilos colgada a la espalda.
Con
todo y eso, me extasía el mirar al Pacifico,
es la primera vez que lo veo, su majestuosidad aplana, incluso intimida, las
olas rompen violentamente contra la arena de la playa saturada de ramas de
palmera y de enormes troncos arrastrados por las corrientes. No está
excesivamente limpia, supongo que,
porque aún no es temporada alta de turismo; luego me entero que siempre
es temporada alta en esta zona y que por
muchas palmeras que se retiren la siguiente tormenta vuelve a sembrar las
arenas de ramas troncos y cocos en descomposición.
Tras
un paseo a lo largo de la playa, desayuno un “Gallopinto” con un café chorreado
y compro una botella de agua. No es nada barato el chiringuito, pero es lo que
hay.
La
población no pasa de ser un pequeño pueblo que no creo que llegue a los mil
habitantes, extendido a lo largo de la playa, carece de interés arquitectónico,
las casas son todas bajas de madera y chapa galvanizada, muchos tenderetes de
regalos, mucha música a toda pastilla en los chiringuitos y poco más que
contar.
Me
siento en una terracita bajo el entramado de cañas y pido una cerveza, me quedo
medio dormido y cuando recupero el resuello decido que Dominical está
amortizado así que pregunto al camarero por
el horario de buses a Quepós y me dice
que no hay horario fijo pero que suele pasar cada hora, más o menos
No hay comentarios:
Publicar un comentario