COSTA
TICA; PÓRTICO DEL EDEN.
VISITA
A CENTROAMERICA
3
Mi amiga apareció a
las 12.15 nerviosa y disculpándose por el retraso. Le digo que no importa, que tengo
88 días por delante para conocer el país
sus gentes sus costumbres y para hablar
de todo y de todos.
Una muchacha que ronda
los 30, joven, dinámica, cordial que empieza llamándome de usted y usando para
cualquier frase la muletilla “ si Dios quiere”,
Paseamos, tomamos una
cerveza bien fría, comimos un ”Gallopinto”,
otro café chorreado, con el tiempo iré dándome cuenta que el café debe
tomarse de esta manera, con agua caliente y sobre una manga de colador que
usaban nuestras abuelas; ellos dicen que el café expreso hace perder aroma y
calidad a sus excelentes granos.
Después nos acercamos
al hostal, pillamos las maletas y en un taxi nos acercamos a las cocheras de la
MUSOC, la empresa de buses que nos
llevaría a Pérez Zeledón
Son unos 135 kilómetros, casi tres horas de
viaje por carreteras inenarrables, pero con unos paisajes que me tenían embelesado.
Me harté a hacer
fotos, creía estar en el paraíso, selva, selva y más selva, ese paisaje idílico
y relajante que contrasta con la locura y agresividad que manifiestan los
conductores de todo tipo de vehículos; adelantamientos en línea continua,
cruces cuando viene alguien de frente, pitadas, gritos, vehículos obsoletos,
que en las rampas del Cerro de la Muerte no alcanzaban los 20 kilómetros a la
hora.
Con parada intermedia
de 20 minutos en lo mas alto famoso cerro
de la Muerte, para ir al baño y tomar
algo fresco, ya que el bus no tiene aire acondicionado, un café mas, unas
chucherías para Chaco y una visita al lavabo, refrescarse la cara y quitarse el
sudor.
Beatriz me explica que
se llama cerro de la muerte porque ese
punto era tabú para los que querían acerarse al Pacifico, ya que las noches
llegan a alcanzar los dos o tres grados y la gente moría de frio, lo que se consideraba una maldición de
los dioses.
Tres
horas justitas de viaje y llegamos a San Isidro del General, capital de la
región de Pérez Zeledón.
De nuevo un taxi y en
cinco minutos estábamos en el lugar más bonito que os podáis imaginar: Una
casita de 4 dormitorios, en medio de la selva, rodeada de árboles ciclópeos, a
su vez poblados de gran vaciedad de frutos y de aves rarísimas; trinos de miles de pájaros, que
atraviesan los cristales del taxi y se incrustan en la mente como melodías imposibles.
El taxista conoce a
Beatriz, la lleva casi todos los días a casa, ella no tiene coche y no conduce
y como vive a 3 kilómetros de la cuidad no tiene otro medio de transporte.
El taxi ronca
desaforadamente subiendo la última rampa
a la casa de Bea, las ruedas patinan sobre la gravilla y finalmente
consigue llegar a la cumbre.
Las presentaciones de
rigor: D Gerardo el patriarca, Isaac, (Chaco) el hijo de Beatriz, niño súper
educado, que nada más verme, se lanza a abrazarme gritando “ Don Luis, cuantas ganas tenia de que usted
viniese, mi amigo”; Yostin el hijo
adoptivo de Beatriz y David, el papá de Chaco. El cariño, la educación y el
respeto de esta familia son dignos de encomio.
Ducha rápida, cena
frugal ya son las 6 de la tarde y se cena a esa hora, una charla distendida,
plagada de preguntas por parte de los anfitriones; Chaco no se aparta de mí,
parece que le han regalado un juguete
nuevo; a cada instante interviene en la conversación y me cuenta sus cosas, entre ellas que quiere ser
paleontólogo, así sin anestesia ni nada.
La velada se prolonga
durante unas tres horas, sin un minuto de silencio y a eso de las 9 de la noche,
todo el mundo se va retirando, yo hago
lo mismo, cierro las cortinas por recomendación de Chaco, para que no me entren
insectos y me piquen y me dispongo a dormir a pierna suelta.
Ha sido un día
intenso, muy fructífero, agotador diría yo, pero a pesar del cansancio el sueño
no acaba de llegar, he visto las 11 de la noche en el móvil antes de dormirme.
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