martes, 27 de febrero de 2018

COSTA TICA; PÓRTICO DEL EDEN. VISITA A CENTROAMERICA 4.-





COSTA TICA; PÓRTICO DEL EDEN.
VISITA A CENTROAMERICA

4.-
La casa  de Beatriz
El sueño ha sido reparador, a pesar de que he llegado al borde de la extenuación a casa de Beatriz; a las 4.30 de la mañana un enjambre de aves bien sincronizadas, despliegan sus dotes interpretativas y organizan una sinfonía, magníficamente orquestada, dentro de una anarquía selvática, algo parecido a un concierto de jazz donde cada uno va de por libre pero que acaba encajando a la octava, consiguiendo la melodía más agradable al oído que haya escuchado jamás. El despertador más original que he tenido en mi vida.
Presto atención unos instantes a ver si hay actividad dentro de la casa, pero no se mueve ni un alma, ellos viven aquí cada día y los trinos, graznidos y cantos, no les impiden permanecer en brazos de Morfeo hasta bien entrada la mañana, así que me levanto en el más absoluto silencio, descalzo, husmeo por la casa y lo primero que me encuentro en el salón, es una legión de insectos tamaño escarabajo pelotero esparcidos por toda la estancia, unos muertos y otros vivos, pero agonizantes, bajo las tremendas mandíbulas de una legión de hormigas, auténticas carroñeras de todo animal que haya entrado en la vivienda.
Encuentro un cepillo y barro los insectos, entre cincuenta y cien bichos  y los  amontono fuera de la casa, junto al tronco de un enorme mango, lo que hace que las hormigas varíen sus pasos y se vayan al comedero nuevo.
En la cocina  sobre cuyas paredes se pegan como lapas yna docena larga de salamandras, encuentro una cafetera con restos de  café  del día anterior y doy gracias a los dioses, saco unos hielos de la nevera y me sirvo un tanque de café helado. Salgo descalzo a la calle, allí no hay patio, allí  es casa y selva, montones de hectáreas sin solución de continuidad forman el interminable jardín de la casa.
Unos pasos más allá, hay una mesa con una piña de plátanos muy maduros y un grupo de pájaros del tamaño de un tordo, rojos y negros, “viudas” y Sargentos”, que se están dando un festín.
Cuando me acerco, levantan el vuelo y se posan en los arboles cercanos.
Tengo hambre, así que me acerco y les arrebato un par de piezas de fruta, aun no tocada por ellos y me retiro de su espacio a fin de dejar que desayunen con tranquilidad.
 Veo que en las inmediaciones todo está plagado de árboles frutales, entre ellos unas 10 plantas de plátanos  otros tantos mandarinos, papayas, mangos, limoneros y otras especies, que a buen seguro cubren de sobra las necesidades de la familia y dan de sí para que los pájaros se den un atracón.
Recién llegado como estoy, decido dar satisfacción a mi curiosidad y me pongo a recorrer los alrededores de la casa,  cámara en mano para no perderme detalle. Previamente me calzo, recuerdo los consejos de Chaco, de que aquí hay serpientes, alacranes, arañas, y otros bichillos que me pueden picar o morder, así que debo ir prevenido.
Dos horas después, con la retina llena de visiones estupendas, con el calor ya asfixiándome y solo son las 8 de la mañana regreso a la casa y vuelo en busca de un nuevo café.
En el salón está el pequeño (Chaco) el hijo de Beatriz, un delicioso crio de cinco años que mira en el televisor una serie de dibujos animados; es el único que se ha despertado a estas horas. Es domingo y no hay necesidad de madrugar.
Me saluda con un: buenos días don Luis, ¿cómo está  usted? Y sigue con sus dibujos, sin esperar respuesta.
Yo le respondo, me siento en el suelo a su lado y  me quedo mirando  al oso  de la tele unos instantes, me preparo ese nuevo café con hielo y me siento en el exterior a escuchar la llamada de la  naturaleza.
Yostin sale de su dormitorio y me saluda con una educación  exquisita, se trata de un joven de unos 24 años,  es una especie de hijo adoptivo de Beatriz. Cuando me ve con el vaso en la mano no puede reprimir  la curiosidad y me pregunta que estoy tomando.
Le explico que café con hielo, y lanza una especie de exclamación de incredulidad estupor.
- ¿Café con hielo?, eso debe saber a rayos, ahora mismo le hago un café caliente.
Le digo que no, que lo quiero frio, helado y bueno el hombre mueve la cabeza como diciendo…  estás como un cencerro.
Este país tiene uno de los mejores cafés del mundo y no entienden que, se desbarate su aroma con unos cubitos de hielo.
Cuando el resto de la familia se levanta lo primero que les cuenta es el hecho de que tomo el café  frio, creo que piensa que quien toma café  frio no es de fiar.
Le digo que el café que sobra del desayuno o de la merienda no lo tiren, algo que hacen habitualmente, sino que me lo dejen y yo lo pongo en una botella en la nevera y así tengo café frio todo el día.
Vuelven a mirarme como bicho raro, pero creo que piensan que no soy un peligro y  me dicen que sí que me lo guardarán.
Beatriz se arregla y me pide que la acompañe a San Isidro que está a 5 kilómetros de su casa, a hacer unas gestiones y unas compras, así que llamamos un taxi, ya que no hay coche en la casa; y nos vamos de compras.
Ese fin de semana hay una concentración de motos de Centroamérica y nos vamos a verla, allí conozco a un buen puñado de gente maja del mundo de la moto, algunos de ellos compañeros de trabajo de Beatriz; echamos la mañana, tomamos unas birritas heladas (y con hielo), esta gente no le pone hielo al café pero sí a la cerveza...
Muerto de calor regreso a la casa y después de otra pasada por agua fría, a comer lo típico de Costa rica (Casado)
 Aquí se desayuna “Gallopinto” que es arroz, frijoles negros y un huevo frito
Se almuerza “Casado” que es arroz, frijoles y algo de carne o pescado
Y se cena arroz con frijoles y lo que le quieras añadir
El arroz y los frijoles son como Dios, están en todas partes y a todas horas, ellos dicen que Costa Rica es incomprensible sin arroz, sin frijoles y sin “guaro”
Un buen trozo de papaya de postre, un café  frio y una tarde de tertulia explicando a toda la familia  cada detalle de mi vida en España. Su curiosidad y admiración son inmensos.
Están, Don Gerardo, Yostin, David, Beatriz y Chaco,  y una hermana de Don Gerardo que vive en las inmediaciones, hay esa especie de sensación de predicador rodeado de sus discípulos;  hablan de la madre España con veneración, para ellos España es el referente y no entienden como los propios españoles podemos hablar mal de nuestro país y tratemos de dividirlo en pedazos.
 Las preguntas se suceden y me  comprometo en su momento, a hacerles alguno de los platos más típicos de aquí, la tortilla de patatas y la paella; cosa que le hace mucha ilusión.
La noche llega  rápidamente, las 6 de la tarde y el sol se pierde entre la arboleda  con dirección a la costa del pacífico, supongo que con la intención de darse un chapuzón en sus cálidas aguas.

Como fiesta de bienvenida, David  ha preparado una cena a base de lo de siempre, arroz, frijoles y pescado de tilapia. Bea ha hecho un pastel con jugo de caña y, para rematar se ha abierto una botella de “Estola gran reserva” que  despierta la admiración de los presentes.

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