COSTA
TICA; PÓRTICO DEL EDEN.
VISITA
A CENTROAMERICA
4.-
La
casa de Beatriz
El
sueño ha sido reparador, a pesar de que he llegado al borde de la extenuación a
casa de Beatriz; a las 4.30 de la mañana un enjambre de aves bien sincronizadas,
despliegan sus dotes interpretativas y organizan una sinfonía, magníficamente orquestada,
dentro de una anarquía selvática, algo parecido a un concierto de jazz donde
cada uno va de por libre pero que acaba encajando a la octava, consiguiendo la
melodía más agradable al oído que haya escuchado jamás. El despertador más
original que he tenido en mi vida.
Presto
atención unos instantes a ver si hay actividad dentro de la casa, pero no se
mueve ni un alma, ellos viven aquí cada día y los trinos, graznidos y cantos,
no les impiden permanecer en brazos de Morfeo hasta bien entrada la mañana, así
que me levanto en el más absoluto silencio, descalzo, husmeo por la casa y lo
primero que me encuentro en el salón, es una legión de insectos tamaño
escarabajo pelotero esparcidos por toda la estancia, unos muertos y otros
vivos, pero agonizantes, bajo las tremendas mandíbulas de una legión de
hormigas, auténticas carroñeras de todo animal que haya entrado en la vivienda.
Encuentro
un cepillo y barro los insectos, entre cincuenta y cien bichos y los amontono fuera de la casa, junto al tronco de
un enorme mango, lo que hace que las hormigas varíen sus pasos y se vayan al
comedero nuevo.
En
la cocina sobre cuyas paredes se pegan
como lapas yna docena larga de salamandras, encuentro una cafetera con restos
de café
del día anterior y doy gracias a los dioses, saco unos hielos de la
nevera y me sirvo un tanque de café helado. Salgo descalzo a la calle, allí no
hay patio, allí es casa y selva,
montones de hectáreas sin solución de continuidad forman el interminable jardín
de la casa.
Unos
pasos más allá, hay una mesa con una piña de plátanos muy maduros y un grupo de
pájaros del tamaño de un tordo, rojos y negros, “viudas” y Sargentos”, que se
están dando un festín.
Cuando
me acerco, levantan el vuelo y se posan en los arboles cercanos.
Tengo
hambre, así que me acerco y les arrebato un par de piezas de fruta, aun no
tocada por ellos y me retiro de su espacio a fin de dejar que desayunen con
tranquilidad.
Veo que en las inmediaciones todo está plagado
de árboles frutales, entre ellos unas 10 plantas de plátanos otros tantos mandarinos, papayas, mangos,
limoneros y otras especies, que a buen seguro cubren de sobra las necesidades
de la familia y dan de sí para que los pájaros se den un atracón.
Recién
llegado como estoy, decido dar satisfacción a mi curiosidad y me pongo a
recorrer los alrededores de la casa, cámara
en mano para no perderme detalle. Previamente me calzo, recuerdo los consejos
de Chaco, de que aquí hay serpientes, alacranes, arañas, y otros bichillos que
me pueden picar o morder, así que debo ir prevenido.
Dos
horas después, con la retina llena de visiones estupendas, con el calor ya asfixiándome
y solo son las 8 de la mañana regreso a la casa y vuelo en busca de un nuevo
café.
En
el salón está el pequeño (Chaco) el hijo de Beatriz, un delicioso crio de cinco
años que mira en el televisor una serie de dibujos animados; es el único que se
ha despertado a estas horas. Es domingo y no hay necesidad de madrugar.
Me
saluda con un: buenos días don Luis, ¿cómo está
usted? Y sigue con sus dibujos, sin esperar respuesta.
Yo
le respondo, me siento en el suelo a su lado y
me quedo mirando al oso de la tele unos instantes, me preparo ese
nuevo café con hielo y me siento en el exterior a escuchar la llamada de
la naturaleza.
Yostin
sale de su dormitorio y me saluda con una educación exquisita, se trata de un joven de unos 24
años, es una especie de hijo adoptivo de
Beatriz. Cuando me ve con el vaso en la mano no puede reprimir la curiosidad y me pregunta que estoy
tomando.
Le
explico que café con hielo, y lanza una especie de exclamación de incredulidad
estupor.
-
¿Café con hielo?, eso debe saber a rayos, ahora mismo le hago un café caliente.
Le
digo que no, que lo quiero frio, helado y bueno el hombre mueve la cabeza como
diciendo… estás como un cencerro.
Este
país tiene uno de los mejores cafés del mundo y no entienden que, se desbarate
su aroma con unos cubitos de hielo.
Cuando
el resto de la familia se levanta lo primero que les cuenta es el hecho de que
tomo el café frio, creo que piensa que
quien toma café frio no es de fiar.
Le
digo que el café que sobra del desayuno o de la merienda no lo tiren, algo que
hacen habitualmente, sino que me lo dejen y yo lo pongo en una botella en la nevera
y así tengo café frio todo el día.
Vuelven
a mirarme como bicho raro, pero creo que piensan que no soy un peligro y me dicen que sí que me lo guardarán.
Beatriz
se arregla y me pide que la acompañe a San Isidro que está a 5 kilómetros de su
casa, a hacer unas gestiones y unas compras, así que llamamos un taxi, ya que
no hay coche en la casa; y nos vamos de compras.
Ese
fin de semana hay una concentración de motos de Centroamérica y nos vamos a
verla, allí conozco a un buen puñado de gente maja del mundo de la moto,
algunos de ellos compañeros de trabajo de Beatriz; echamos la mañana, tomamos
unas birritas heladas (y con hielo), esta gente no le pone hielo al café pero
sí a la cerveza...
Muerto
de calor regreso a la casa y después de otra pasada por agua fría, a comer lo
típico de Costa rica (Casado)
Aquí se desayuna “Gallopinto” que es arroz,
frijoles negros y un huevo frito
Se
almuerza “Casado” que es arroz, frijoles y algo de carne o pescado
Y
se cena arroz con frijoles y lo que le quieras añadir
El
arroz y los frijoles son como Dios, están en todas partes y a todas horas,
ellos dicen que Costa Rica es incomprensible sin arroz, sin frijoles y sin
“guaro”
Un
buen trozo de papaya de postre, un café frio
y una tarde de tertulia explicando a toda la familia cada detalle de mi vida en España. Su
curiosidad y admiración son inmensos.
Están,
Don Gerardo, Yostin, David, Beatriz y Chaco, y una hermana de Don Gerardo que vive en las
inmediaciones, hay esa especie de sensación de predicador rodeado de sus
discípulos; hablan de la madre España
con veneración, para ellos España es el referente y no entienden como los
propios españoles podemos hablar mal de nuestro país y tratemos de dividirlo en
pedazos.
Las preguntas se suceden y me comprometo en su momento, a hacerles alguno
de los platos más típicos de aquí, la tortilla de patatas y la paella; cosa que
le hace mucha ilusión.
La
noche llega rápidamente, las 6 de la
tarde y el sol se pierde entre la arboleda
con dirección a la costa del pacífico, supongo que con la intención de
darse un chapuzón en sus cálidas aguas.
Como
fiesta de bienvenida, David ha preparado
una cena a base de lo de siempre, arroz, frijoles y pescado de tilapia. Bea ha
hecho un pastel con jugo de caña y, para rematar se ha abierto una botella de
“Estola gran reserva” que despierta la
admiración de los presentes.
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