viernes, 30 de junio de 2017

REGARDEZ LA GOLIPOLLUÁ
!!! FUEGOOO!!!

La verdad es que cuando me he metido un buen cocido, con todos sus avíos entre pecho y espalda, regado con un Estola Gran reserva, de las bodegas Ayuso,  las ideas me fluyen con más naturalidad.
Mientras me ponía ciego de garbanzos escuchaba las noticias de los desastres de Portugal y de la reserva natural de Doñana y  la verdad es que, se me revolvía el estómago ante semejante salvajada; si  salvajada, porque eso no puede hacerlo más que un salvaje al que sus derechos constitucionales, se le deberían recortar de manera total y permanente en el tiempo.
Pero no me refiero solo al descerebrado que prende fuego intencionadamente, al que arroja una colilla, al que abandona una botella que luego servirá de lupa y sistema de ignición de un  fuego, en el que se jugarán la vida los voluntarios, los bomberos, la UME y los que por circunstancias se encuentren en medio del fregado.
Después mucho homenaje mucho reconocimiento, mucho tratamiento de héroes y mucha  polla, que  diría un castizo, cuando estos hombres se juegan y pierden la vida salvando nuestra foresta.
Hay otro tipo de personas a las que no dudaría en catalogar  de salvajes con traje y corbata, con despacho y con sueldo de infarto, que se dedican a legislar a nivel nacional, autonómico provincial, o local,  da lo mismo,  son los mismos incompetentes, que hacen que cada año se sufren unas consecuencias nefastas para nuestros bosques, nuestros barbechos y nuestras casas, llegando a veces a interesar a nuestras propias vidas.
Nuestros políticos generalmente llegan a la cumbre porque en general no  han servido para otra cosa y por eso se colocan con todo descaro, a dirigirnos como si fuéramos sus esclavos,  legislando con arreglo a sus intereses, sin importarles los nuestros.
Como en  muchas ocasiones su ineptitud y desconocimientos de las materias, se hacen rodear de amiguetes  en calidad de asesores, diplomados en  los bares de la esquina, hacen leyes contrarias a lo que la naturaleza dicta. Un político dura 10 años,  la naturaleza lleva millones y millones de años  implantando su propia ley, al margen de iluminado de turno. Los montes arden, siempre han ardido, de ello se encarga la naturaleza, la regeneración viene  por si sola.
Nuestros bosques se han convertido en santuario, de los que no puedes extraer leña muerta, no puedes recolectar piñas, no puedes cortar espárragos, no pues montar en bici, no puedes rodar en moto, ni andar a caballo. Eso hace que la maleza se enseñoree con el suelo y que a la mínima todo arda sin control.
Está demostrado que el pasear por el bosque, recolectar sus frutos, con independencia de algún energúmeno de esos que lo joden todo, es beneficioso para el ecosistema.  De todos es conocido que el que haya animales  “domésticos” en el bosque,  -léase caballos, vacas, cabras, ovejas ayuda a mantener el equilibrio y es bueno, ya que consumen la vegetación rastrera y  aplastan los restos de vegetación seca con sus patas.
Está demostrado que soltar rebaños de cabras,  o de otros  animales  en  espacios comunales de los montes, ayuda a mantener veredas y pistas por las que se puede  controlar el fuego y que de una manera natural, retardan el avance de las llamas; pero nadie, salvo los de las “rapa das vestas” suelta animales en régimen de semi- libertad en sus montes.
La limpieza de montes, el aprovechamiento, aunque sea a coste cero, de los pastos del monte y la permisividad de recolectar materia seca, o de generación espontánea, sería muy, pero que muy  interesante para evitar incendios forestales.
No se si se dan cuenta, que con estas elementales medidas, los costes de extinción de incendios serías mucho menores y el dinero sobrante se podría invertir en trabajos de prevención; además de evitarnos el doloroso, a veces bochornoso y en ocasiones hipócrita acto de rendir homenaje a los que dieron sus vidas por un salario miserable,  por un trabajo temporal, por la incompetencia de quienes lo gestionan.


jueves, 29 de junio de 2017

A MIS AMIGUETES DE IBERDROLA

MIS QUERIDISIMOS AMIGUETES DE IBERDROLA:
LES ESCRIBO CON MAYÚSCULAS PORQUE ME ENCANTARÍA GRITARLES ESTO EN SUS PROPIAS NARICES, PERO YA SE ENCARGAN USTEDES DE PONER A UNOS  PACIENTÍSIMOS  EMPLEADOS, QUE RECIBAN  LAS DESCARGAS DE IRA DE LOS USUARIOS, QUE SOMOS LOS QUE EN DEFINITIVA PAGAMOS SUS ALTÍSIMOS SALARIOS EN LOS CONSEJ0S DE ADMINISTRACIÓN DE IBERDROLA Y OTRAS ELÉCTRICAS.
SOY UN  MODESTO JUBILADO,  SÍ , UN JUBILADO MODESTO QUE, COMO ENTRE USTEDES Y EL GOBIERNO NO ME DEJARON PONER PLACAS SOLARES, ME VEO EN LA OBLIGACION DE USAR SUS  CARÍSIMOS SERVICIOS DE ENERGÍA ELÉCTRICA.
PUES BIEN, YO VIVO EN UNA ZONA RURAL (SE LLAMA  ZONA DE  NAHARROS DEL RÍO), EN LA PROVINCIA DE SALAMANCA, UNA ZONA DONDE SUS  GRACIOSAS MAJESTADES, TIENEN UN TENDIDO ELÉCTRICO DECIMONÓNICO, QUE CADA DOS POR TRES PRESENTA AVERÍAS , Y NOS DEJA A LOS  USUARIOS SIN SERVICIO DURANTE HORAS Y HORA,  SIN QUE SE NOS INFORME DE DICHOS CORTES  DE SUMINISTRO CON LA SUFICIENTE ANTELACIÓN,  PARA PODER COCINAR HORAS ANTES DEL CORTE, PONER LAVADORAS, LAVA PLATOS, ETC. ETC.
HOY TRAS EL ENÉSIMO CORTE DE ENERGÍA EN LO QUE VA DE AÑO, LLAMO A SUS SERVICIOS DE ATENCIÓN AL CLIENTE; Y DESPUÉS DE HACERME UNA FICHA  DIRIGIDA POR UNA VOZ METÁLICA DE UN ORDENADOR, ME  CONTENTA UNA AMABLE DAMA QUE ME VUELVE A PREGUNTAR LO MISMO QUE LA MÁQUINA. ¿PARA QUE COÑO SIRVE  LA ENCUESTA DE LA MÁQUINA ENTONCES? – ME PREGUNTO.
LUEGO ESTA PACIENTE MUJER ME REMITE A OTRO NUMERO DE TELÉFONO DONDE EL PROCESO DE RECOPILACIÓN DE DATOS SE REPITE, LETRA POR LETRA Y DE NUEVO APARECE LA EMPLEADA, QUE ME CONFIRMA QUE EN MI ZONA SE HA CORTADO LA CORRIENTE A LAS 9 DE LA MAÑANA ( COSA QUE YA SABIA) Y QUE LA ESTABLECERÍA SOBRE LAS 14.00.
LE DIGO QUE POR QUE NO TIENEN UN SERVICIO DE AVISO A CLIENTES, PARA EVITAR SITUACIONES COMO ÉSTA, Y LA BUENA MUJER ME DICE QUE SÍ EXISTE, QUE POR MEDIO DE MENSAJE PUEDEN AVISAR A LOS USUARIOS, DE CORTES PROGRAMADOS.
SI ES ASÍ ¿POR QUE NO LO HACEN DE OFICIO?, PORQUE PARA PROMOCIONAR SUS PRODUCTOS, SÍ QUE LLAMAN PERMANENTEMENTE.
DESPUÉS DE  MANIFESTARLE MI ENFADO Y MI QUEJA, POR LOS CONTINUOS CORTES SIN AVISAR LA MUJER ANOTA MI TELÉFONO, PARA INCLUIRME EN EL SISTEMA DE AVISOS DE CORTES PROGRAMADOS.
Y MIENTRAS YO ESTOY SIN CORRIENTE  ELÉCTRICA  DURANTE CINCO  HORAS, LOS SEÑORES DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN, SE HABRÁN EMBOLSADO COMO MÍNIMO CINCO MIL EURITOS  CADA UNO..

!!!VIVA LA LIBRE COMPETENCIA  Y EL LIBRE MERCADO!!!!
5.-JACÓ
Ganitas de dan de salir corriendo, las dificultades que entraña moverse por un país donde las exuberante naturaleza contrasta con las enormes dificultades para moverse, crea cierta desesperación en el viajero,  un tanto impaciente que soy  yo. Los autobuses, los tan nombrados autobuses “ticos”  - para aquellos que no lo sepan  a los costarricenses se les llama ticos, ellos mismos se llaman ticos y todo lo que hay en el país es  tico- , pues bien los buses; son todos de la misma época, o sea de unos  20 – 25 años, traídos de otros países, donde ha han dado el do de pecho y vienen a recalar aquí  a base de  parcheo y reparaciones para salir del paso.
Son lentos, carecen de potencia, son sumamente incomodos, no tienen  acondicionador de aire por lo que las ventanillas van siempre abiertas.
Los horarios son de lo más dispar, así que puede que para ir de un sitio a otro, tengas que esperar tres cuatro horas para pillar uno de estos jamelgos.
Tengo suerte y consigo billete  para Jaco, que esta unos 40 kilómetros más arriba, léase norte,  también al borde de la Costa del Pacifico.  Más de una hora y media en llegar, porque estos buses paran en cada pueblo, además entran dentro del mismo y pueden hacer paradas tan seguidas, como los buses urbanos de cualquier  ciudad española.
Palancas de cambios  largas, que bailan al son que el chofer les toca, y que golpean las corvas de los viajeros, que se apelotonan en el pasillo, van llenos  hasta  los topes, son pocos buses y muchas las personas que quieren desplacerse, aquí   hay pocos  coches particulares y además la  gasolina es más cara que en España.
Acomodado en el primer asiento, voy preguntándole al conductor (aquí se puede hablar con ellos) y me va explicando que toda esa llanura entre la costanera y el mar,  ahora convertida en una  auténtica selva de palmeras de aceite, controladas porcuna inmensa multinacional norteamericana, antes era la misma llanura sin fin  ocupada por bananeras, también propiedad de  los yanquis, pero un parásito acabó con los bananos y se reconvirtió  en  palmares.
Me señala un edificio grande y cochambroso al que se acercan cientos de camiones y tractores cargados de  piñas de aceite  de más de 20 kilos de peso. Es la factoría de transformación de la semilla de palma en aceite. Un olor  cálido y nauseabundo lo invade todo, los márgenes de la carretera están copados por los vehículos de transporte y  como  no hay arcenes, ocupan  más de medio carril así que  los vehículos que circulan se ven en la necesidad de  circular rozando la línea continua  durante más de tres  kilómetros que tiene  la hilera de camiones que parecen procesionarias del pino avanzando lentamente.
 Los adelantamientos son de infarto, por el borde de la carretera se mueven pequeñas motos de origen chino  de baja cilindrada ocupadas por dos, tres y hasta 4 personas,  prácticamente  circulan sobre la línea imaginaria que separa la tierra del asfalto y tanto buses, como camiones como  coches les adelantan  dejando una distancia tan  escasa que al menor moviendo del manillar, acabarán pajo las ruedas del vehículo.
Legiones de niños uniformados esperan los transportes escolares que les van llevando a sus colegios. Estos niños también circulan  sobre bicicletas  llevando el hermano mayor al pequeño sobre la barra. Desde pequeños asumen el  riesgo como algo natural, pero desde las casas a los centros escolares las distancias son considerables y no todos los padres tienen una moto para llevarles,
La charla discurre entre la información y la nostalgia y esta vez el viaje se hace más corto. Le doy las gracias y me apeo en plena calle central; no sé si hace más Calor dentro o fuera.
Lo primero es lo primero, así que una birrita y después preguntar un hospedaje económico. Pero esta población es de turismo más de clase y me cuesta un buen rato conseguir una habitación en el  “Buda Feliz”, un corralón  con  habitaciones a los lados del patio, sin mosquiteras y sin aire por el módico precio de 55 dólares más 10% de impuesto municipal; pero como no hay nada más baratito pues me la quedo.
Imaginaros una habitación que da al patio, sin persianas, sin aire con 36 grados de calor al borde del mar, con un 99% de humedad…
Dejos los bártulos y me voy a la playa, esa playa  enorme, majestuosa y desierta en la que  como en las anteriores solo se mueven media docena de surferos y algunos yanquis jubilados que pasean somnolientamente con sus pantalones cortos  sus camisas hawaianas  y sandalias con calcetines.
El agua está caliente pero se está  mejor que fuera,  me quedo más de una hora sin salir de agua dejando que las olas me desplacen a su antojo. Después salgo y paseo por la playa abrasándome los pies, así que regreso al Buda y me cambio las deportivas por unas sandalias de cuero que a partir de ese momento se convierten en imprescindibles aun dentro del agua.
Almuerzo en una “soda”, una especie de restaurante baratito y siesta de las de pijama i  orinal que diría Camilo José Cela. Hasta que los rigores solares dejen moverse por la cuidad para conocerla.
La calle principal es como todas algo muy  sencillo, los edificios en Costa Rica son casi todos de una sola planta con paredes prefabricadas y techos de cinc y un cielo raso interior. Toda la calle está jalonada por tiendas de regalos y recuerdos,  restaurantes, sodas, “pulperías”, que son tiendecitas de barrio, nada que ver con los pulpos, tiendas de alquileres de tablas de surf, agencias de viajes,  salones de masajes de todo tipo, bicis de alquiler… en definitiva todo se mueve alrededor del turismo yanqui,  rarito es ver turistas de otras nacionalidades. De hecho en cada esquina los captadores de cliente  siempre se dirigían a mí en inglés;  debo tener pinta de  norteamericano con  pasta.
Las   palmeras de la playa se retuercen inclinando sus palmas hacía en  mar como intentando bañarse. Aprovecho la escasa sombra que prodigan  y doy u paseo cansino. Como viene siendo habitual en mis viajes,  compro una  postal para  Miry  y un dedal para Ángela, dos buenas amigas,  para el resto ya les compraré algo.
Salvo las tiendas no hay nada que  merezca la pena visitar, como ya he dicho,  el arte arquitectónico aquí se limita a  casas prefabricadas y techos de cinc.
Cena frugal, mas cervezas frías, paseo en la oscura soledad de la playa  y prontito a dormir. Bueno lo de dormir es un decir;  embadurnado en  repelente los mosquitos siguen haciendo de las suyas, creo que el “Relex” les alimenta.
Cuando consigo quedarme frito a eso de las 9 de la noche una música salvaje,  no sé  si bachata, si reggaetón  o su puñetera madre se cuela por la ventana  rebotando en la paredes. Me meto tapones en los oídos pero es lo mismo. Una hora más tarde me levanto y voy a recepción a quejarme.  Me explican que no hay nivel de ruidos máximo y que la discoteca  (al aire libre) esta pared con pared con el hostal. Toda una puñetera noche en vela, hasta que a las 6 de la mañana, ya con el sol fuera se hizo el silencio  musical, sustituido sin solución de continuidad por las voces de los vendedores callejeros. Una noche de perros.
Pero la vida sigue  y estoy decidido  a continuar mi viaje en plan mochilero, así que nuevo bus y salida hacia Puntarenas.
Aquí la carretera se revira más, no consigo primera fila pero si segunda lo que me permite seguir oteando el horizonte y entablar conversación con mi vecino de asiento, tipo más menos de mi edad, más bien bajito, rechoncho,  con un vaquero  raído y una camiseta del club deportivo Alajuela.
Lleva una mochila y un machete de considerables dimensiones, calculo que andará por los  70-80 centímetros, me dice que va a desbrozar un campo  que tiene a unos 10 kilómetros, para que el pasto pueda  crecer.
Es un tico más, un tico orgulloso de su tierra, de su familia y de su trabajo. – Pura vida  mae,  esto  es el paraíso, aquí se vive muy bien, somos el país más feliz del mundo. Pregunta por mi país de origen y cuando le digo que de España, la respuesta es la de todos – ohh,  de la madre patria -  hay un amor  y una admiración no disimulado a todo lo español. Me  pregunta (como todos) de que equipos soy y solo dan dos opciones, Barcelona o  Real Madrid; así que cuando les dices que eres del Atlético de Madrid, como que  no les interesa mucho y aprovechan para decirte que en el Madrid juega Keylor Navas.

Se apea en  un pueblo llamado Agujitas y me  advierte que unos kilómetros más arriba se encuentra Tárcoles, un rio en el que hay una veintena de cocodrilos de gran tamaño que se ven desde el puente, que ese puente siempre está  atascado de turistas y que  el bus  para unos segundos para que  la gente los vea. Me abotargo en mi asiento trato de dormitar un poco, quedan más de 20 minutos hasta el rio.

miércoles, 28 de junio de 2017

COSTA RICA - QUEPOS- MANUEL ANTONIO

4.-QUEPOS-MANUEL ANTONIO
Mi interés en conocer Centroamérica y en especial Costa Rica,  hace que  me pase unas horas charlando con David y Beatriz, a fin de  establecer más o menos un sistema de visitas, a los cientos de lugares de los que he oído hablar y que  parecen ser todos ellos de una belleza sobrenatural.
Pregunto  por la estación del tren y mis anfitriones me dicen que solo hay dos líneas de tren, que hacen desde San José,  la capital dos rutas, una hasta Alajuela y otra en sentido contrario, hasta Cartago, con un recorrido aproximado de 40 kilómetros en cada sentido, que la frecuencia es de dos trenes al día, que la lentitud es pasmosa y que el estado de los trenes y vías es más que lamentable, así que no me queda más remedio que decantarme por los autobuses.
Tomamos los  folletos que me había  conseguido el poli y decidimos (decidieron) que lo mejor era empezar por la costa pacífica y ; realizar los recorridos en sentido de las agujas del  reloj, marcando como primer lugar de visita la playa de Dominical, un sitio  plagado de surferos y algún que otro perro-flauta,  especie con la que me siento especialmente identificado.
Como buen mochilero, meto  lo imprescindible para pasar una semana recorriendo poblaciones de nor-oeste de  Costa Rica  y a las 5 de la mañana ya estoy subido a un bus, que  me llevará hasta Dominical; un trayecto de 35 kilómetros para el que se emplea casi hora y media. El bus tose, los asientos son  mínimos, el aire acondicionado no existe y el viento entra por las ventanas abiertas  abofeteándote con su calidez en el rostro.
Las calles de Dominical son de tierra, los tenderetes de vendedores copan todo el borde de la playa,  las tablas de surf  brillan sobre las impresionantes olas del Pacífico, el calor a pesar de ser las 7 de la mañana es agobiante y más con una mochila colgada a la espalda.
Con todo y eso, me extasía  el mirar al Pacifico, es la primera vez que lo veo, su majestuosidad aplana, las olas rompen violentamente contra la arena de la playa saturada de ramas de palmera y de enormes troncos arrastrados por las corrientes. No está excesivamente limpia, supongo que,  porque aún no es temporada alta de turismo
Tras un paseo a lo largo de la playa, desayuno un “Gallopinto” con un café chorreado y compro una botella de agua. No es nada barato el chiringuito, pero es lo que hay.
La población no pasa de ser un pequeño pueblo que no creo que llegue a los mil habitantes, extendido a lo largo de la playa, carece de interés arquitectónico, así que  me voy a la parada de buses, para tomar otro hasta  Quepós, una población algo más grande con puerto de mar y hospedajes  a mejores precios. La ruta es por el borde de la costa, siguiendo la carretera  nacional  “la costanera” lo que  hace que no haya prácticamente curvas ni rampas, así que la velocidad es aceptable aunque el trasto es una copia exacta del anterior, que me trajo hasta Dominical.
Llego sobre las 13 horas y el sol es tremendamente cruel, me derrite el cerebro a pesar del sombrero y después de una cerveza bien fría, la omnipresente “Imperial” pregunto dónde encontrar un sitio para hospedarme.
Unas cabinas regentadas por un hombre de unos 70 años,  se convierten en mi casa por unos días al módico precio de 25 dólares una la noche, tiene ventilador de techo, otro adicional en el suelo y ducha, cama con sabanas limpais y dos diminutas tohallas.
Paseo la cuidad, ya sin la chepa mochilera y como en el mercado, lo habitual, un casado (arroz frijoles y algo de carne)  una cerveza y como mi cuerpo ya no resiste, me vuelvo a la cueva a dormir una siesta hasta la puesta del sol, que emerjo de nuevo a una ciudad con menos luz, pero abrasadora.
No hay demasiado que ver, el puerto está cerrado, solo acceden los camiones que cargan mercaderías y su entorno está sumamente sucio y descuidado, paseo por el malecón, tratando de encontrar una brisa, que se ha esfumado antes de mi llegada y solo percibo el cálido y húmedo aliento del Pacífico.
Unas cuantas fotos a los pájaros y  lagartijas que merodean en busca de insectos y me siento a ver, como el sol desaparece entre una  bruma rojiza en el horizonte, un sol enorme,  rojo como la sangre, un sol que me recuerda aquel que veía cada tarde, desaparecer entre las colinas de Kinshasa.
Grupos de jovencitos de no más de 18 años pasean con calma pasmosa por el malecón, se  toman de la mano y se sientan al borde a ver  el atardecer, algún tímido beso en la mejilla y  a seguir mirando la plateada espuma que generan las olas.
Tomo un sorbo de agua que está más que caliente, pero al menos  humedece la garganta y aguanto hasta que  la noche empieza a  aparecer, cubriendo todo,  con su manto de oscuridad, momento en que busco un bar donde cenar algo, para irme a descansar, son muchas horas de calor, al que no estoy habituado y mis energías se resienten.
Tras la cena me voy  a mi cabina y me propongo hacer planes para el día siguiente. Lo más recomendable y recomendado es conocer el parque nacional de Manuel Antonio, una reserva nacional, de la muchas que hay, en las que los folletos te dicen que hay cientos de animales exóticos, a los que puedes fotografiar, sin usar flash y que no debes molestarlos bajo ningún concepto, ya que son animales en estado salvaje y pueden estresarse.
La publicidad enumera a algunos de ellos, monos aulladores, tortugas, serpientes, arañas gigantes, ranas verdes y amarillas, mariposas, zopilotes, alcatraces, gaviotas, águilas, armadillos, perezosos.….
La oferta es  seductora y al día siguiente dejo en el hostal casi todo menos el agua, la cámara de fotos y el repelente de mosquitos y vuelvo a tomar un bus para ir al parque. La entrada para los locales  es un dólar, para los turistas 16 dólares.  Pago y empiezo a caminar por caminos de tierra, protegido por las inmensas ramas de los árboles de las de 25 metros de altura.
Un grupo guiado va delante de mí y, yo remoloneo, a fin de poner el oído y enterarme de las indicaciones del guía. Explica donde teóricamente deberían estas los monos aulladores y los perezosos y nadie consigue verlos, así que le aclara que con estos calores están en el interior de la selva dormitando.
Después de más de dos kilómetros de caminata, donde he entablado conversación con una muchachita israelí, pero que habla español con acento mexicano, llegamos a un punto de la playa, donde poder bañarnos y descansar en unos bancos  escasos a todas luces, con arreglo al número de personas que estamos en el parque, así que la chica y yo nos vamos  más lejos y nos tumbamos bajo un árbol de mango,  que tiene una frondosa copa y que proporciona una sombra  relativamente agradable.
Fotos y más fotos, y regreso al punto de encuentro donde los turistas, en su mayoría yanquis, se hacen fotos con los monos aulladores, que ya no son salvajes, sino que se ponen en los hombros de los turistas para comerse un cacahuete, mientras son fotografiados entre tanto, las iguanas enormes o pequeñas, reptan por la arena y roban trocitos de comida a los turistas que almuerzan sobre la arena; hasta los zopilotes, los omnipresentes buitres de pequeño tamaño, que invaden cada rincón del país, se acercan descaradamente dando saltitos para pillar algo de alimento. Este no es el concepto que tengo yo de la vida salvaje.
Tras un sándwich, acompañado de la turista israelita (ella es cosher o como se diga) y solo come determinadas cosas, nos vamos juntos a visitar las cataratas, que al parecer son preciosas.
Hora y media de caminata cruel bajo un sol de justicia, ramas, raíces, polvo, y el sonsonete enloquecedor de las chicharras, de las que hay miles pero todas ellas invisibles,  conseguimos ver dos lagartijas y algo que podría ser un faisán,  llegamos a las cataratas.
Desilusión. No tenían ni una sola gota de agua, aquello era un secarral donde ni siquiera podías lavarte las manos, o refrescarte el rostro. Con un cabreo más que considerable regresamos a  la entrada y  manifestamos nuestro malestar al controlador de la entrada, por esa caminata absurda; que se encogió de hombros, esbozó una sonrisa y nos dijo
La  cascada seca también es bien bonita, “mae”.
Tomamos el bus de regreso y quedamos en enviarnos las fotos, que nos hicimos uno al otro, promesa que hasta el momento ninguno de los dos ha cumplidoespero hacerlo un año de estos.
Dos cervezas  congeladas en una jarra inmensa repleta de hielo (toman la cerveza con hielo) un bocadillo de fiambre y  a descansar en espera de un próximo día.
Mañana toca  Jacó
Me duermo mientras la tele ronronea las noticias donde dice que han muerto dos motoristas y que el puente de la Platina se pondrá en servicio en unos días.

martes, 27 de junio de 2017

  La casa  de Beatriz
 A pesar de que he llegado al borde de la extenuación a casa de Beatriz; a las 4.30 de la mañana un enjambre de aves bien sincronizadas despliegan sus  dotes interpretativas y organizan una sinfonía, excelentemente orquestada dentro de una anarquía, algo parecido a un concierto de jazz donde cada uno va de por libre pero que acaba siendo agradable al oído.
Escucho unos instantes a ver si hay actividad dentro de la casa, pero no se mueve ni un alma, ellos viven aquí cada día y los trinos, graznidos y cantos no les impiden permanecer en brazos de Morfeo, así que me levanto, husmeo por la casa y lo primero que me encuentro es una legión de insectos tamaño escarabajo pelotero deambulando por la casa, unos muertos y otros vivos, pero agonizantes bajo las tremendas mandíbulas de las hormigas, auténticas  carroñeras de todo animal que haya entrado en la vivienda.
Encuentro un cepillo y amontono  fuera de la casa unos cincuenta bichos lo que hace que las hormigas varíen sus pasos y se vayan al comedero nuevo.
En la cocina encuentro una cafetera con  café  frio y doy gracias a los dioses, saco unos hielos de la nevera y me sirvo un tanque de café helado. Salgo descalzo a la calle, allí no hay patio, allí  es casa y selva, montones de hectáreas sin  solución de continuidad forman el  jardín de la casa.
Pasos más allá hay una mesa con una piña de plátanos muy maduros y un grupo de pájaros del tamaño de un tordo, “viudas” y Sargentos”, se están dando un festín.
Tengo hambre, así que me acerco y les  arrebato un par de piezas de fruta aun no tocada por ellos y me retiro de su espacio a fin de dejar que desayunen con tranquilidad. Veo que en las inmediaciones todo está plagado de árboles frutales, entre ellos unas 10 plantas de plátanos que a buen seguro cobren de sobra las necesidades de la familia y dan de sí para que los pájaros se den un atracón.
Recién llegado como estoy decido dar  satisfacción a mi curiosidad y me pongo a recorrer los alrededores de la casa,  canon en mano para no perderme detalle. Previamente me calzo,  recuerdo que hay serpientes, alacranes, arañas, y otros bichillos que me pueden amargar el día.
Dos horas después, con la retina llena de visiones estupendas, con el calor ya  asfixiándome y solo son las 8 de la mañana regreso a la casa y vuelo en busca de un nuevo café.
En el salón está el pequeño  Isaac, (Chaco)  el hijo de Beatriz, un delicioso crio de cinco años que   mira en el televisor una serie de dibujos animados; es el único que se ha despertado a estas horas. Es domingo y no hay necesidad de madrugar.
Me saluda con un: buenos días don Luis, ¿cómo está  usted? Y sigue con sus dibujos.
Yo le respondo, me siento en el suelo a su lado y  me quedo mirando  al oso  de la tele unos instantes, me preparo ese nuevo café con hiele y me tiento en el exterior a escuchar la llamada de la  naturaleza.
Yostin  sala de su dormitorio y me saluda con una educación  exquisita, se trata de un joven de unos 24 años,  es una especie de hijo adoptivo de Beatriz. Cuando me ve con el vaso en la mano no puede reprimir  la curiosidad y me pregunta que estoy tomando.
Le explico que café con hielo,  y lanza una especie de exclamación de estupor.
¿Café con  hielo?, eso debe saber a rayos, ahora le hago un café caliente.
Le digo que no, que lo quiero frio, helado y bueno el hombre mueve la cabeza como diciendo…  estás como un cencerro.
Cuando el resto de la familia se levanta lo primero que les cuenta es el hecho de que tomo el café  frio, creo que piensa que quien toma café  frio no es de fiar.
Le digo que el café que sobra del desayuno o de la merienda no lo tiren, algo que hacen habitualmente, sino que me lo dejen y yo lo pongo en una botella en la nevera  y así tengo café frio todo el día.
Vuelven a mirarme como bicho raro pero creo que piensan que no soy un peligro y  me dicen que sí que me lo guardarán.
Beatriz se arregla y me pide que la acompañe a  San Isidro del General, que está a 5  kilómetros de su casa a hacer unas gestiones y unas compras, así que llamamos un taxi, ya que no hay coche en la casa y nos vamos de compras.
Ese fin de semana hay una concentración de motos de Centroamérica y nos vamos a verla, allí conozco a un buen puñado de gente maja del mundo de la moto, algunos de ellos compañeros de trabajo de Beatriz.
Muerto de calor regreso a la casa y después de otra pasada por agua fría, a comer lo típico de Costa rica (Casado)
 Aquí se desayuna “Gallopinto” que es arroz, frijoles negros y un huevo frito
Se almuerza “Casado” que es arroz, frijoles y algo de carne o pescado
Y se cena arroz con frijoles y lo que le quieras añadir
El arroz y los frijoles son como Dios, están en todas partes y a todas horas.
Un buen trozo de papaya de postre, un café  frio y una tarde de tertulia explicando a toda la familia  cada detalle de mi vida en España.
Está Don Gerardo, Yostin ,David, Beatriz y Chaco, hay esa especie de sensación de predicador rodeado de sus discípulos.
 Las preguntas se suceden y me  comprometo en su momento, a hacerles alguno de los platos más típicos de aquí, la tortilla de patatas y la paella; cosa que le hace mucha ilusión.

La noche llega  rápidamente, las 6 de la tarde y el sol se pierde entre la arboleda  con dirección a la costa del pacífico, supongo que con la intención de darse un chapuzón en sus cálidas aguas.

lunes, 26 de junio de 2017

Creo que en alguna crónica ya os he comentado las incomodidades del viaje, la llegada a San José y la locura que supone moverte en Bus, por un territorio  completamente desconocido cargado con una mochila gigante y una maleta tipo ataúd.
Gracias a la inestimable ayuda de un  joven desconocido, conseguí  llegar al autobús que me llevaría a centro de la cuidad y  una vez allí localizar uno de los muchos hoteles que  hay en el entorno. Llego al primero y cuando pregunto precio, me dicen que si soy tico o turista, así que sin más me doy la vuelta, me meto en un bar pido una birrita y me pongo a charlar con los lugareños que me  señalan una pensión  de 22  dólares la noche muy modesta pero limpia; está a 20 metros, así que me convierto de nuevo en mula de carga y me persono en la pension.
Básicamente es un picadero  que se alquila a 3.000 colones las dos horas. Reviso la cama, las sabanas estas limpias y el baño brillante
La noche pasa entre el infernal ruido del ventilador y los claxon de los coches que circulan por la avenida central de san José.
A las 5 de la mañana  la cuidad hierve, todo el mundo está en pie y yo no voy a ser menos, así que  una ducha  rápida y a la  rúa a  ver la cuidad de día.
Un desayuno, café con leche y un pastelito  caminata por los bulevares,  fotos, mas fotos, ojos avizor, borrachos tendidos en las calles, mendigos cubiertos  con cartones, vendedores ambulantes  gritando sus mercaderías   pilas, cargadores,  baterías  de móvil, auriculares, calcetines;  Paraguas, medias, mangos, papayas, bananos…  y  así una retahíla de artículos inacabable, que  cientos de personas intentan vender a los transeúntes.
Es  sábado, a las 12 am,  he quedado con Beatriz, la chica de la terraza del Tormes, tiene clase en la Universidad de san José y termina a las 11, así que hago tiempo quemando suela bajo el tórrido calor tropical de san José.
Me llama diciendo  que se retrasa,  al menos una hora,  así que decido buscar una oficina de turismo y acaparar material para los meses que me esperan en estas tierras.
Le pregunto a un policía municipal y el hombre me acompaña a la oficina, habla con el responsable y se hace con unos veinte folletos de los diversos parques naturales,  volcanes, ciudades, mapas provinciales y mapa  general de Costa Rica que me entrega para que me los estudie con calma.
Como buen  “parpusa” me da una serie de consejos,  para evitar que los rateros me quiten la cartera, ya que un hombre mayor,  solo por san José y con pintas de  yanqui es carme de cañón.  “Hay muchos descuideros amigo, vaya con cuidado”
Le explico que yo también soy del gremio y que tengo  más de 40 años de experiencia en estas lides, pero que agradezco sus consejos, ya que como  ciudadano de  este país  tiene más conocimientos que yo sobre la delincuencia local.
Al saber que somos de la misa profesión, se empeña en que tomemos un “café  chorreado”, en un casino que hay en la  Avenida central, y sin cortarse un pelo, deja solo a su colega de patrulla y se mete en el casino, le dice al  gerente que soy policía español y que vamos a tomar un café chorreado, -  el hombre estaba muy contento de conocer a un madero.
Me mareó a preguntas y lógicamente le fui contentando a ellas con arreglo a mis conocimientos, luego de tomar ese café al que se empeñó en invitarme me llevó de nuevo a la plaza de la Cultura y allí los dos esperamos a que llegase Beatriz, que apareció a las 12.15 nerviosa y disculpándose por el retraso. Le digo que no importa que tengo 88 dias por delante para  conocer el país.
Después de los saludos nos acercamos al hostal, pillamos las maletas y en un taxi  nos acercamos a las cocheras de la MUSOC,  la empresa de buses que nos llevaría a Pérez  Zeledón
 Son unos 135 kilómetros, casi tres horas de viaje por carreteras inenarrables, pero con unos paisajes que me tenían petrificado.
Me harté a hacer fotos, creía estar en el paraíso, selva, selva y más selva,  ese paisaje idílico que contrasta con la locura que manifiestan los conductores de todo tipo de vehículos, adelantamientos en línea continua, cruces cuando viene alguien de frente, pitadas, y más pitadas vehículos obsoletos, que en las rampas de cerro, de la muerte no alcanzaban los 30 kilómetros a la hora.
Tres horitas clavadas y llegamos a San Isidro del General, capital de la región de Pérez  Zeledón.
De nuevo un taxi y en cinco minutos estábamos en el lugar más bonito que os podáis imaginar: Una casita de  4 dormitorios, en medio de la selva,  rodeada de árboles ciclópeos a su vez poblados de gran vaciedad de frutos y de aves  rarísimas.
Las presentaciones de rigor. D Gerardo el padre, Chaco el hijo de Beatriz y David, niño súper educado,  Yostin en hijo adoptivo de Beatriz y David,  el papá de Chaco. El cariño , la educación y el respeto de esta familia es digno de encomio.

Ducha rápida, cena frugal t a las 9 de la noche estaba durmiendo a pierna suelta
y otro día mas....

miércoles, 7 de junio de 2017


VISITA A CENTROAMERICA.
INTRODUCCION.
1.-
Un día cualquiera del mes de Julio de 2.016, una tarde cualquiera, calurosa eso  sí, en una terraza situada  a las orillas del Tormes, como otras muchas tardes, después de dar un paseíto con mi Shadow 750, me paro  tomar una cerveza fresca.
En tanto el saboreo  miro el entorno, estoy en la margen izquierda del río,  cerca del puente Enrique Esteban (el de hierro de toda la vida)  el que diseñó el arquitecto Eiffel, el de la torre.
Escasos clientes,  así que con la música suave, puedo, con mi oído de tísico escuchar una conversación que se desarrolla en la mesa cercana entre una joven de largos cabellos negros y un chico con cierto aire árabe, los dos hablan en  español un tanto diferente al mío y ella tiene acento hispano.
Mi condición  confesa de “viejo del visillo”  me hace centrarme en lo que escucho, y  ella  dijo algo de Costa  Rica.
Hace años que, al ir en un bus desde  Salamanca a Madrid, mi vecino  de asiento, me contó maravillas de este País y desde entonces sentía curiosidad por tener noticias de primera mano, así que  haciendo gala de mi  descaro, giré mi silla de plástico y le pregunté, si era de  Costa  Rica. La chica con una sonrisa un tanto tímida me respondió: sí señor, para servirle.
Me presenté y le hable de mi interés por saber de su  país y de la posibilidad de un día no lejano, ir a recorrerlo. La chica me ofreció compartir su mesa conmigo, cosa que le agradecí y desplace medio metro mi silla hasta situarme frente a ella.
A partir de ese comento una batería de preguntas sobre su país,  salieron disparadas de mi boca y ella fue respondiéndolas con agrado sintiéndose orgullosa de su país de un mundo y de sus bosques y playas.
Traté de quedar con ella  para el día siguiente, pero me dijo que regresaba a Valencia donde tenía familia y que a los dos días volaba dirección a Centroamérica, por lo que era imposible mantener una nueva vista.
Quise invitarles a una copa de vino, que es lo que tomaban pero muy educadamente,  ella rechazó la invitación
Como vi que el chico no  abría la boca me miraba con  extrañeza y tal vez con cara de fastidio por haberles abordado sin  causa justificada, opté por pedirle a ella en un medio de mantenernos en contacto.
Nos pasamos face y teléfono y les pedí disculpas por mi atrevimiento, me levante de la mesa y regresé a mi casuca más contento que un  niño con zapatos nuevos imaginándome por esas tierras como los viejos colonizadores.
Esa misma tarde-noche intercambiamos algunos whatsApp, y poco a poco, me fue invadiendo de nuevo el gusanillo de escaparme a Costa Rica en cuanto me fuera posible.
Me metí en internet,  empecé a ver  documentales,  artículos, escritos, noticias que tuvieran  que ver  con  el país de los Ticos.
Acabé durmiéndome tardísimo para lo que es habitual en mí, que me acuesto con la caída del sol o poquito  después.
Durante  unos meses la idea se fue madurando, los mensajes con aquella chica, que se llama Beatriz N. G.  a la sazón prima de Keylor  Navas Gamboa, portero el  Real Madrid por esas fechas y creo que  a día de hoy campeón de liga y copa de Europa., pero bueno eso no es  relevante, aunque mola ser  amigo de la prima de Keylor
Previamente Beatriz   me había ofrecido alojamiento en su  casa de  San Isidro del General, una población de unos 100.000  habitantes, en medio de un valle precioso según ella, y  un tanto equidistante de todos los lugares
Descargo un mapa del país y más o menos hago un plan de viaje, contando más o menos con las condiciones de España, en lo  referente a buses, trenes,  y otros medios de transporte colectivo. Usaría la casa de Bea como base y desde ella haría  rutas de dos semanas recorriendo parques naturales, playas caribeñas o pacíficas, volcanes, cascadas… y en alguna ocasión, estaba previsto alquilar o comprar una moto para los desplazamientos.
Iluso de mí que no hice las preguntas pertinentes, dando por sentado que  si  el país está en medio de la tabla de renta per cápita y de PIB pues las cosas  serían más económicas (léase Baratas),  que los buses las carreteras y los trenes  tendrían cierta similitud con los que aquí tenemos.
Llegado el periodo Navideño, retomo la idea y empiezo a ver vuelos  económicos (Vuelva a leerse baratos) aunque fuera con escalas,  que la economía no es muy boyante  así que  en unos días encontré algo que me pareció muy interesante y sin calcular demasiado  saqué un billete de ida y vuelta a 89 días visto con una compañía colombiana…..

… y un día de estos, os contaré mas.