viernes, 10 de noviembre de 2017

DELITOS DE ODIO.
Siempre se ha dicho que en España, el  mayor defecto es la envidia, el pecado capital por excelencia.
Envidiamos a todo y a todos, envidiamos al que tiene más dinero, al que tiene mejor coche, al que tiene la novia más guapa, al que  tiene más pelo,  al que no le duele nada, incluso envidiamos al que no es envidioso, al que pasa, al que se conforma con lo que tiene, que viste de  “ marcadillo”  y que es feliz con una rodaja  de mortadela y dos  lonchas de pan  de molde, y que el resto de la pasta, se la pule en  lo que realmente le gusta,  comprar libros, ,  viajar en plan mochilero, comprarse una moto, ir al cine…
Pero ahora parece que una cosa lleva a la otra; y el pecado de envidia, está siendo  mezclado con el odio y eso  me da la sensación de que es una poción  explosiva, toxica, contaminante,  que queramos o no, está haciendo que proliferen los gestos agrios y las úlceras de estómago.
Hablamos de los catalanes  con un odio que  nunca había existido,  que sí, que había un halo de envidia y de rivalidad por las cosas del futbol, de sus mejores salarios y de un mejor nivel de vida, que se equilibraba con las típicas bromas de que nosotros tenemos  mejor jamón, autovías gratis, que ellos son fríos, tacaños, aburridos y que follan poco.
Creo que, aunque se haya tipificado en el código penal el delito de odio, ya no hay vacuna que lo ataje, ese virus destructivo se ha extendido como la peste y ya no hay manera de que un castellano mire con simpatía  a un catalán, y tampoco de que un catalán mire con aprecio a un no  catalán.
Algunos  han hecho las cosas muy mal, algunos ha fomentado ese odio en beneficio propio, y todos sabemos quiénes han sido  esos “algunos”, esos que viven de fomentar el distanciamiento, la rivalidad y  el recelo entre iguales. Lo decía   Julio  Cesar: “divide y vencerás”
Hemos llegado a tal grado, que ya no se tolera una bandera española en  ámbitos independentistas y tampoco una independentista en la zona unionista, la verdad es que esto es un sin vivir.
Nos alegramos de que alguien vaya a la cárcel, de que  alguien se arruine, dejamos de comprar productos de una entidad, en la que su director ha votado independencia, sin darnos cuenta de que nuestro primo trabaja en esa fábrica y que ya a ser el primero que se quede en la puta calle; porque su director tiene el riñón bien cubierto, y cuando él se coma las uñas, nuestro primo se habrá comido hasta el codo.
Pero para  triunfar en política todo vale, vale enfrentar a hermanos, a primos, a cuñados, lo que importa es obtener más votos  que el rival y engordar nuestras cuentas  ya suficientemente gruesas y sentarnos en  la poltrona de cuero de alta calidad a  enviar whatsApp a nuestros amiguetes.
Hacer declaraciones incendiarias, que lleguen al fondo de los sentimientos, que hagan pupa, que duelan  y que en esa herida profunda, anide el germen del odio, que crezca bien arraigado  y  que ya no haya manera de erradicarlo.
Cada mañana los noticiarios de uno y otro símbolo político, se encargan de  abonar y regar esa “semilla del diablo”,  para que prenda.  Cada mañana a primera hora los voceros oficiales dan caña, azuzan a las masas para que desde primera hora los ánimos estén lo suficientemente exaltados como para partirle la boca al vecino por una diferencia de ideas.
Lo estáis logrando machotes, estáis sembrando la plaga del odio entre los españoles de a pie, ya no quedan ciudadanos imparciales; ya solo existen dos bandos, los que  o se consideren en  posesión de la verdad absoluta en materia de independentismo o de unionismo y  no dudan en  enzarzarse en  cuestiones tan  bizantinas como si la camiseta de la selección es morada o azul, si la bandera catalana es la señera o la estrellada,  si  Luis Company  era o no un traidor y si el gobierno de España es franquista o fascista o yo que sé que cosas.
Habíamos olvidado la mayoría los enfrentamientos de la guerra civil, habíamos  arrancado no sin esfuerzo de nuestra sociedad  el régimen totalitario de Franco, los que vivimos esa época estábamos en paz con nosotros mismos; se habían acabado los enfrentamientos entre familias, amigos y  vecinos; pero...
Algunos, la mayoría posteriores a aquella época, la mayoría con escasos conocimientos de la historia, la mayoría con  una mano delante y otra detrás, que no han pegado un palo al agua, la mayoría  que no han producido ni un solo euro para su sustento y para las arcas estatales que se encargan de “redistribuir con equidad” esos impuestos, esa gente viene a darnos lecciones de odio, de  agresiones, de rencores y a fe mía que lo han conseguido,
Claro que la culpa no es toda de ellos, mucha de la culpa de nosotros mismos, de esta enorme peña de ignorantes, con la voluntad más débil que el hueso de un moco, con unas ansias de revancha aletargadas en nuestro interior, con una envidia incontenible a cualquier contrario, hemos llegado a querer que nos saquen un ojo, con tal de ver al otro ciego, se ha  llegado al sádico  placer de disfrutar con el dolor ajeno.
Ya no pedimos subir a la altura del otro, hemos llegado a la mezquindad de pedir que le rebajen al otro a nuestro nivel y eso  ya sí  que es más que preocupante.
A ver si empezamos a tener criterio propio, a no dejarnos influenciar por corrientes interesadas, aprendemos a tentarnos la ropa y a notar que somos algo más que un voto, un número y sobre todo una máquina de discutir y de odiar.



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