martes, 17 de octubre de 2017

anecdotas de un madero capitulo 1º.

ANÉCDOTAS  DE  UN MADERO
1.- Compra de la biografía del General Franco
Por la época de mi entrada en el cuerpo Policial de referencia, (enero de 1975) el prestigio tanto interior como exterior del Jefe del Estado estaba en los niveles más que bajos, así que  se hizo una edición de la biografía del General Franco, escrita por el protegido del régimen  don Ricardo de la Cierva,  así que en la Academia Especial de Policía Armada,, como supongo ocurría en las academias de la Guardia Civil y en los acuartelamientos militares,  nos presentaron el libro,  haciéndonos  asistir de forma obligatoria, por unidades al salón de actos, bajo la atenta mirada de los mandos al uso.
Al final de la presentación donde habló el Jefazo de la Academia, la envidia que nos tenía todo el mundo, más allá de los Pirineos,  diciendo cuan malos eran los extranjeros, los comunistas y los enemigos del  Régimen, nos conminó a adquirir esa maravillosa biografía de Franco
La biografía contaba de tres  tomos, era caro, caro, pero caro de verdad y nos “invitaron” a comprarlo para dejar en alto la imagen del General, con la advertencia de que si no se compraba esa colección, tendría repercusión en el  cómputo de notas final de los alumnos
El contrato de compra especificaba, que del salario se detraería la cuota de compra (se pagaba en 3 meses) así no  había posibilidades de impago.
Evidentemente el 99% de los nuevos agentes de policía, nos vimos en la obligación de comprarlo si no queríamos que nuestras notas bajasen  ostensiblemente. Al final creo que no influyó para nada esa compra, pero si para las arcas del escritor y de la editorial, porque con estas compras,  el prestigio del jefe del estado no mejoró ni un ápice ni su prestigio ni su delicada salud.
Puedo asegurarles que esa obra nunca llegue a leerla,  a pesar de  mi afición a la lectura; incluso  le he perdido la pista y no sé dónde puede parar.
En la Academia Especial de la Policía Armada,  lugar donde nos formábamos unos 3.000 agentes por año, cada poco había una “movida” de este tipo; a alguien de la superioridad se le ocurría una idea genial y la ponía en práctica, sabiendo que la obediencia debida y el miedo a bajar las notas y encontrarte entre los         que tenían que ir forzosos al país vasco  como que te  hacia tener las cosas claras.
En la misma línea,  con las mismas” recomendaciones” pero esta vez sin ánimo de lucro, se nos metió en la cabeza la conveniencia de  donar sangre, en una época en que  esa manera de altruismo estaba poco extendida.
La donación llegó a tan alto grado de  aforo que la unidad extractora hubo de regresar en tres días distintos para poder hacer las extracciones a todos los “voluntarios”.
Cierto es que esa primera vez, me hizo sentirme extraordinariamente bien y desde esas fechas sigo donando a un promedio de 2-3 veces al año, así durante 43 años seguidos.
Como recompensa, ese día  el bocadillo y el vaso de vino fueron gratis para todos los donantes y además nos proveyeron de una castilla de donante que molaba un montón.

A lo largo de tres interminables meses, salpicados de  cocinas, guardias, refuerzos, imaginarias, arrestos, revistas de pelo  y botas,  transcurrió mi formación profesional tratando más de escaquearte de los mandos militares, que de  aprender realmente lo que  debíamos aprender. Gracias a que después había  un  periodo de prácticas  donde los veteranos eran tus auténticos profesores en el arte de sobrevivir a un modelo de sociedad que solo te permitía meterte con el pueblo llano, porque a partir de un determinado nivel   te encontrabas con la  temida pregunta ¿sabes usted con quien está hablando?

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