lunes, 26 de junio de 2017

Creo que en alguna crónica ya os he comentado las incomodidades del viaje, la llegada a San José y la locura que supone moverte en Bus, por un territorio  completamente desconocido cargado con una mochila gigante y una maleta tipo ataúd.
Gracias a la inestimable ayuda de un  joven desconocido, conseguí  llegar al autobús que me llevaría a centro de la cuidad y  una vez allí localizar uno de los muchos hoteles que  hay en el entorno. Llego al primero y cuando pregunto precio, me dicen que si soy tico o turista, así que sin más me doy la vuelta, me meto en un bar pido una birrita y me pongo a charlar con los lugareños que me  señalan una pensión  de 22  dólares la noche muy modesta pero limpia; está a 20 metros, así que me convierto de nuevo en mula de carga y me persono en la pension.
Básicamente es un picadero  que se alquila a 3.000 colones las dos horas. Reviso la cama, las sabanas estas limpias y el baño brillante
La noche pasa entre el infernal ruido del ventilador y los claxon de los coches que circulan por la avenida central de san José.
A las 5 de la mañana  la cuidad hierve, todo el mundo está en pie y yo no voy a ser menos, así que  una ducha  rápida y a la  rúa a  ver la cuidad de día.
Un desayuno, café con leche y un pastelito  caminata por los bulevares,  fotos, mas fotos, ojos avizor, borrachos tendidos en las calles, mendigos cubiertos  con cartones, vendedores ambulantes  gritando sus mercaderías   pilas, cargadores,  baterías  de móvil, auriculares, calcetines;  Paraguas, medias, mangos, papayas, bananos…  y  así una retahíla de artículos inacabable, que  cientos de personas intentan vender a los transeúntes.
Es  sábado, a las 12 am,  he quedado con Beatriz, la chica de la terraza del Tormes, tiene clase en la Universidad de san José y termina a las 11, así que hago tiempo quemando suela bajo el tórrido calor tropical de san José.
Me llama diciendo  que se retrasa,  al menos una hora,  así que decido buscar una oficina de turismo y acaparar material para los meses que me esperan en estas tierras.
Le pregunto a un policía municipal y el hombre me acompaña a la oficina, habla con el responsable y se hace con unos veinte folletos de los diversos parques naturales,  volcanes, ciudades, mapas provinciales y mapa  general de Costa Rica que me entrega para que me los estudie con calma.
Como buen  “parpusa” me da una serie de consejos,  para evitar que los rateros me quiten la cartera, ya que un hombre mayor,  solo por san José y con pintas de  yanqui es carme de cañón.  “Hay muchos descuideros amigo, vaya con cuidado”
Le explico que yo también soy del gremio y que tengo  más de 40 años de experiencia en estas lides, pero que agradezco sus consejos, ya que como  ciudadano de  este país  tiene más conocimientos que yo sobre la delincuencia local.
Al saber que somos de la misa profesión, se empeña en que tomemos un “café  chorreado”, en un casino que hay en la  Avenida central, y sin cortarse un pelo, deja solo a su colega de patrulla y se mete en el casino, le dice al  gerente que soy policía español y que vamos a tomar un café chorreado, -  el hombre estaba muy contento de conocer a un madero.
Me mareó a preguntas y lógicamente le fui contentando a ellas con arreglo a mis conocimientos, luego de tomar ese café al que se empeñó en invitarme me llevó de nuevo a la plaza de la Cultura y allí los dos esperamos a que llegase Beatriz, que apareció a las 12.15 nerviosa y disculpándose por el retraso. Le digo que no importa que tengo 88 dias por delante para  conocer el país.
Después de los saludos nos acercamos al hostal, pillamos las maletas y en un taxi  nos acercamos a las cocheras de la MUSOC,  la empresa de buses que nos llevaría a Pérez  Zeledón
 Son unos 135 kilómetros, casi tres horas de viaje por carreteras inenarrables, pero con unos paisajes que me tenían petrificado.
Me harté a hacer fotos, creía estar en el paraíso, selva, selva y más selva,  ese paisaje idílico que contrasta con la locura que manifiestan los conductores de todo tipo de vehículos, adelantamientos en línea continua, cruces cuando viene alguien de frente, pitadas, y más pitadas vehículos obsoletos, que en las rampas de cerro, de la muerte no alcanzaban los 30 kilómetros a la hora.
Tres horitas clavadas y llegamos a San Isidro del General, capital de la región de Pérez  Zeledón.
De nuevo un taxi y en cinco minutos estábamos en el lugar más bonito que os podáis imaginar: Una casita de  4 dormitorios, en medio de la selva,  rodeada de árboles ciclópeos a su vez poblados de gran vaciedad de frutos y de aves  rarísimas.
Las presentaciones de rigor. D Gerardo el padre, Chaco el hijo de Beatriz y David, niño súper educado,  Yostin en hijo adoptivo de Beatriz y David,  el papá de Chaco. El cariño , la educación y el respeto de esta familia es digno de encomio.

Ducha rápida, cena frugal t a las 9 de la noche estaba durmiendo a pierna suelta
y otro día mas....

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