Siempre se ha dicho que en España, el mayor defecto es la envidia, el pecado capital
por excelencia.
Envidiamos a todo y a todos, envidiamos al que tiene más
dinero, al que tiene mejor coche, al que tiene la novia más guapa, al que tiene más pelo, al que no le duele nada, incluso envidiamos
al que no es envidioso, al que pasa, al que se conforma con lo que tiene, que
viste de “ marcadillo” y que es feliz con una rodaja de mortadela y dos lonchas de pan de molde, y que el resto de la pasta, se la
pule en lo que realmente le gusta, comprar libros, , viajar en plan mochilero, comprarse una moto,
ir al cine…
Pero ahora parece que una cosa lleva a la otra; y el pecado
de envidia, está siendo mezclado con el
odio y eso me da la sensación de que es
una poción explosiva, toxica,
contaminante, que queramos o no, está haciendo
que proliferen los gestos agrios y las úlceras de estómago.
Hablamos de los catalanes
con un odio que nunca había existido, que sí, que había un halo de envidia y de
rivalidad por las cosas del futbol, de sus mejores salarios y de un mejor nivel
de vida, que se equilibraba con las típicas bromas de que nosotros tenemos mejor jamón, autovías gratis, que ellos son fríos,
tacaños, aburridos y que follan poco.
Creo que, aunque se haya tipificado en el código penal el
delito de odio, ya no hay vacuna que lo ataje, ese virus destructivo se ha extendido
como la peste y ya no hay manera de que un castellano mire con simpatía a un catalán, y tampoco de que un catalán
mire con aprecio a un no catalán.
Algunos han hecho las
cosas muy mal, algunos ha fomentado ese odio en beneficio propio, y todos
sabemos quiénes han sido esos “algunos”,
esos que viven de fomentar el distanciamiento, la rivalidad y el recelo entre iguales. Lo decía Julio Cesar:
“divide y vencerás”
Hemos llegado a tal grado, que ya no se tolera una bandera
española en ámbitos independentistas y
tampoco una independentista en la zona unionista, la verdad es que esto es un sin
vivir.
Nos alegramos de que alguien vaya a la cárcel, de que alguien se arruine, dejamos de comprar
productos de una entidad, en la que su director ha votado independencia, sin
darnos cuenta de que nuestro primo trabaja en esa fábrica y que ya a ser el
primero que se quede en la puta calle; porque su director tiene el riñón bien
cubierto, y cuando él se coma las uñas, nuestro primo se habrá comido hasta el
codo.
Pero para triunfar en
política todo vale, vale enfrentar a hermanos, a primos, a cuñados, lo que importa
es obtener más votos que el rival y
engordar nuestras cuentas ya
suficientemente gruesas y sentarnos en
la poltrona de cuero de alta calidad a
enviar whatsApp a nuestros amiguetes.
Hacer declaraciones incendiarias, que lleguen al fondo de
los sentimientos, que hagan pupa, que duelan
y que en esa herida profunda, anide el germen del odio, que crezca bien arraigado
y
que ya no haya manera de erradicarlo.
Cada mañana los noticiarios de uno y otro símbolo político,
se encargan de abonar y regar esa “semilla
del diablo”, para que prenda. Cada mañana a primera hora los voceros
oficiales dan caña, azuzan a las masas para que desde primera hora los ánimos
estén lo suficientemente exaltados como para partirle la boca al vecino por una
diferencia de ideas.
Lo estáis logrando machotes, estáis sembrando la plaga del
odio entre los españoles de a pie, ya no quedan ciudadanos imparciales; ya solo
existen dos bandos, los que o se
consideren en posesión de la verdad
absoluta en materia de independentismo o de unionismo y no dudan en
enzarzarse en cuestiones tan bizantinas como si la camiseta de la selección
es morada o azul, si la bandera catalana es la señera o la estrellada, si Luis
Company era o no un traidor y si el
gobierno de España es franquista o fascista o yo que sé que cosas.
Habíamos olvidado la mayoría los enfrentamientos de la
guerra civil, habíamos arrancado no sin
esfuerzo de nuestra sociedad el régimen totalitario
de Franco, los que vivimos esa época estábamos en paz con nosotros mismos; se habían
acabado los enfrentamientos entre familias, amigos y vecinos; pero...
Algunos, la mayoría posteriores a aquella época, la mayoría
con escasos conocimientos de la historia, la mayoría con una mano delante y otra detrás, que no han
pegado un palo al agua, la mayoría que
no han producido ni un solo euro para su sustento y para las arcas estatales
que se encargan de “redistribuir con equidad” esos impuestos, esa gente viene a
darnos lecciones de odio, de agresiones,
de rencores y a fe mía que lo han conseguido,
Claro que la culpa no es toda de ellos, mucha de la culpa de
nosotros mismos, de esta enorme peña de ignorantes, con la voluntad más débil que
el hueso de un moco, con unas ansias de revancha aletargadas en nuestro
interior, con una envidia incontenible a cualquier contrario, hemos llegado a
querer que nos saquen un ojo, con tal de ver al otro ciego, se ha llegado al sádico placer de disfrutar con el dolor ajeno.
Ya no pedimos subir a la altura del otro, hemos llegado a la
mezquindad de pedir que le rebajen al otro a nuestro nivel y eso ya sí
que es más que preocupante.
A ver si empezamos a tener criterio propio, a no dejarnos
influenciar por corrientes interesadas, aprendemos a tentarnos la ropa y a
notar que somos algo más que un voto, un número y sobre todo una máquina de
discutir y de odiar.
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