viernes, 5 de abril de 2019



AFRICA SUBSAHARIANA
Bueno, aprovechando que la tarde tiene un aspecto un tanto tristón, que llueve tímidamente, que no tengo compromiso alguno, pues quiero contaros un poquito, en escasas líneas un proyecto, que (haciendo spoiler a mi propia narración), se convirtió en una especie de fracaso.
África es una cosa diferente, una vez que pasas el estrecho de Gibraltar, ya empiezas a notar las diferencias abismales que existen entre la vieja Europa y la joven África árabe.
Había visitado Marruecos en otras 7 ocasiones, en moto, en furgo, como pseudo mochilero, es un País que no genera más problemas que el nuestro en materia de seguridad y de comportamiento de la ciudadanía.
Las comidas son diferentes, las cervezas solo están en los supermercados y en los hoteles de lujo y con unos precios superiores en mucho a las de España.
Las condiciones higiénicas también varían sustancialmente pero no me he contagiado en mis viajes de ninguna bacteria, virus o cualquier otro elemento que haga estragos en mis intestinos.
Lo cierto es que este viaje lo habíamos programado con tiempo con la intención de pasar 80 días en diversos países africanos, así que intentamos bajar lo más rápido posible para una vez alcanzado el punto más   al sur que pretendíamos conocer, ir regresando lentamente para recalar en España sobre el 10 de junio.
Pero tal vez los cálculos no estaban hechos con el rigor y la precisión que debíamos haber empleado para un viaje tan largo y cargado de problemas, y nos pasó un poco lo que a Napoleón en su invasión a Rusia; tenía un gran ejército, pero le derrotó el General Invierno, ya que sus soldados no contaban con, los rigores del tiempo de la estepa rusa. Pues bien, a nosotros no nos venció el General Verano, nos venció el estado calamitoso de las carreteras a partir de cruzar la frontera de Marruecos- Mauritania.
En la zona marroquí a partir de Agadir, a 800 kilómetros de la frontera, se acaba las carreteras decentes y comienza un tramo de obras de casi 2.000 kilómetros, donde pretenden hacer una carretera inter africana, lo que hace que las únicas carreteras existentes sea un camino de cabras frecuentado por camellos, camiones destartalados, coches desvencijados, rebaños de cabras…en fin que todo el tramo desértico de Marruecos se encuentra ocupado por cientos de máquinas de obra pública.
Pero una vez se llega a la frontera de Mauritania, la cosa se complica de manera exponencial, para empezar te encuentras con  unos 5 kilómetros de “tierra de nadie” un espacio que se mantiene después de muchos años en litigio y ninguno de los dos países lo puede ocupar, por lo tanto esos  kilómetros son un roquedal  tremendo, los bajos de los coches pegan constantemente en esa enorme piedra de  más de 5 kilómetros no hay carretera,  un tramo de descampado pelado, plagado de coches calcinados por el sol y canibalizados por  los habitantes de la zona fronteriza; es una  especie de escena de  la película Mad Max.
La frontera toda una odisea, rellena, entrega, rellena entrega de nuevo, vuelve a la ventanilla de antes, saca tu seguro, paga, paga, paga…… y al final entras en el proceloso país de Mauritania (República islámica de Mauritania, para ser exactos.)
A menos de 2 kilómetros de la frontera el primer control policial, militar o lo que sea, entrega de pasaportes, petición de regalos y seguir la marcha por una andrajosa carretera de desierto cuyos bordes cortantes de más de 10 centímetros de alto te pueden desgraciar una rueda, o dos.
Creo que me había logrado poner la 6ª velocidad cuando un nuevo control de uniformados nos detiene y se repite de nuevo la escena de papeles, petición de regalos y sonrisas fingidas.
Desierto, desierto y más desierto en sus diferentes versiones:  roca descarnada, arena tan fina que parece polvo, tramos de sema sabana, otra vez roca, otra vez arena, en una sucesión sin solución de continuidad de casi 2000 kilómetros.
Los camellos campan a sus anchas, las cabras mordisquean en la arena en busca de no sé qué, y los escasísimos pastores o camelleros que se encuentran van forrados con sus túnicas y sus turbantes intentando que las arenas no les taladren la piel.
Más de 200 kilómetros sin un poblado, pero nunca más de 30 sin un control de los agentes de seguridad que dan más miedo   que los civiles.
Angustia al cruzar cientos y cientos de kilómetros sin que aparezca un alma, pánico al cruzarte con uno de esos camiones sobrecargados, con anchura superior a la permitida que ocupan toda la carretera y te obligan a salir del deteriorado asfalto y magullar tus cubiertas sobre las piedras puntiagudas del borde, salir de la situación, intentando que tu furgo no vuelque y retomar la carretera hasta que un nuevo diablo aparezca en el horizonte.
La capital de Mauritania cuidad caótica, sucia, miserable, llena de niños recogiendo restos de la basura, centenares de tullidos en diversos grados moviéndose entre los coches, solicitando una limosna; todos exhibían sus taras físicas a fin de proporcionar mas pena y obtener más donativos.
Dificultades para conseguir un surtidor de combustible con el tubo de abastecimiento suficientemente largo para poder rellenar el depósito, dificultades para cambiar euros por moneda local.
En un intento de pensar que nada pude ir a peor, seguimos ruta hacia el sur, pero a menos de 100 kilómetros de Senegal, ya le he dado demasiados bordillazos a las ruedas, demasiadas salidas de carretera y demasiados kamikazes; así que después de dormir en medio de la nada, junto a una de los miles de mezquitas existentes sin que hubiera en su entorno más que 4 chabolas abandonadas, decidí por unanimidad que no iba a sacrificar mi flamante “Viajera” en tan infectas carreteras.
Así que, a la mañana siguiente di media vuelta y camino de casa sorteando baches y tomando caminos pedregosos me fui acercando a colegios públicos de Mauritania y Marruecos y fui haciendo entrega de esas ceras de colores que vosotros habíais entregado en ALVAPAR.
Vosotros pusisteis la pasta y yo me llevé los agradecimientos y las sonrisas de los niños árabes de las poblaciones más deprimidas.
 En definitiva, el viaje tuvo sus momentos complicados, sus situaciones tensas, pero en definitiva ha merecido la pena, las noches en pleno silencio del desierto, el tremendo brillo de las estrellas y la luna, las miradas perdidas en el horizonte sin final, son algo que nunca podré olvidar, son experiencias únicas.
Limpia y revisada la furgo me voy a dar unos días de descanso y luego ya veremos lo que surge, porque mi lema, como bien sabéis es “COMO FUERA DE CASA EN NINGUNA PARTE”

No hay comentarios:

Publicar un comentario