AFRICA SUBSAHARIANA
Bueno, aprovechando que la tarde tiene un aspecto un tanto tristón,
que llueve tímidamente, que no tengo compromiso alguno, pues quiero contaros un
poquito, en escasas líneas un proyecto, que (haciendo spoiler a mi propia
narración), se convirtió en una especie de fracaso.
África es una cosa diferente, una vez que pasas el estrecho
de Gibraltar, ya empiezas a notar las diferencias abismales que existen entre
la vieja Europa y la joven África árabe.
Había visitado Marruecos en otras 7 ocasiones, en moto, en
furgo, como pseudo mochilero, es un País que no genera más problemas que el
nuestro en materia de seguridad y de comportamiento de la ciudadanía.
Las comidas son diferentes, las cervezas solo están en los
supermercados y en los hoteles de lujo y con unos precios superiores en mucho a
las de España.
Las condiciones higiénicas también varían sustancialmente
pero no me he contagiado en mis viajes de ninguna bacteria, virus o cualquier
otro elemento que haga estragos en mis intestinos.
Lo cierto es que este viaje lo habíamos programado con
tiempo con la intención de pasar 80 días en diversos países africanos, así que
intentamos bajar lo más rápido posible para una vez alcanzado el punto más al sur que pretendíamos conocer, ir
regresando lentamente para recalar en España sobre el 10 de junio.
Pero tal vez los cálculos no estaban hechos con el rigor y
la precisión que debíamos haber empleado para un viaje tan largo y cargado de
problemas, y nos pasó un poco lo que a Napoleón en su invasión a Rusia; tenía
un gran ejército, pero le derrotó el General Invierno, ya que sus soldados no
contaban con, los rigores del tiempo de la estepa rusa. Pues bien, a nosotros
no nos venció el General Verano, nos venció el estado calamitoso de las
carreteras a partir de cruzar la frontera de Marruecos- Mauritania.
En la zona marroquí a partir de Agadir, a 800 kilómetros de
la frontera, se acaba las carreteras decentes y comienza un tramo de obras de
casi 2.000 kilómetros, donde pretenden hacer una carretera inter africana, lo
que hace que las únicas carreteras existentes sea un camino de cabras frecuentado
por camellos, camiones destartalados, coches desvencijados, rebaños de cabras…en
fin que todo el tramo desértico de Marruecos se encuentra ocupado por cientos de
máquinas de obra pública.
Pero una vez se llega a la frontera de Mauritania, la cosa
se complica de manera exponencial, para empezar te encuentras con unos 5 kilómetros de “tierra de nadie” un
espacio que se mantiene después de muchos años en litigio y ninguno de los dos países
lo puede ocupar, por lo tanto esos
kilómetros son un roquedal
tremendo, los bajos de los coches pegan constantemente en esa enorme
piedra de más de 5 kilómetros no hay
carretera, un tramo de descampado
pelado, plagado de coches calcinados por el sol y canibalizados por los habitantes de la zona fronteriza; es
una especie de escena de la película Mad Max.
La frontera toda una odisea, rellena, entrega, rellena
entrega de nuevo, vuelve a la ventanilla de antes, saca tu seguro, paga, paga,
paga…… y al final entras en el proceloso país de Mauritania (República islámica
de Mauritania, para ser exactos.)
A menos de 2 kilómetros de la frontera el primer control
policial, militar o lo que sea, entrega de pasaportes, petición de regalos y seguir
la marcha por una andrajosa carretera de desierto cuyos bordes cortantes de más
de 10 centímetros de alto te pueden desgraciar una rueda, o dos.
Creo que me había logrado poner la 6ª velocidad cuando un
nuevo control de uniformados nos detiene y se repite de nuevo la escena de papeles,
petición de regalos y sonrisas fingidas.
Desierto, desierto y más desierto en sus diferentes
versiones: roca descarnada, arena tan
fina que parece polvo, tramos de sema sabana, otra vez roca, otra vez arena, en
una sucesión sin solución de continuidad de casi 2000 kilómetros.
Los camellos campan a sus anchas, las cabras mordisquean en
la arena en busca de no sé qué, y los escasísimos pastores o camelleros que se encuentran
van forrados con sus túnicas y sus turbantes intentando que las arenas no les
taladren la piel.
Más de 200 kilómetros sin un poblado, pero nunca más de 30
sin un control de los agentes de seguridad que dan más miedo que los civiles.
Angustia al cruzar cientos y cientos de kilómetros sin que
aparezca un alma, pánico al cruzarte con uno de esos camiones sobrecargados,
con anchura superior a la permitida que ocupan toda la carretera y te obligan a
salir del deteriorado asfalto y magullar tus cubiertas sobre las piedras
puntiagudas del borde, salir de la situación, intentando que tu furgo no
vuelque y retomar la carretera hasta que un nuevo diablo aparezca en el horizonte.
La capital de Mauritania cuidad caótica, sucia, miserable,
llena de niños recogiendo restos de la basura, centenares de tullidos en
diversos grados moviéndose entre los coches, solicitando una limosna; todos exhibían
sus taras físicas a fin de proporcionar mas pena y obtener más donativos.
Dificultades para conseguir un surtidor de combustible con
el tubo de abastecimiento suficientemente largo para poder rellenar el depósito,
dificultades para cambiar euros por moneda local.
En un intento de pensar que nada pude ir a peor, seguimos
ruta hacia el sur, pero a menos de 100 kilómetros de Senegal, ya le he dado demasiados
bordillazos a las ruedas, demasiadas salidas de carretera y demasiados kamikazes;
así que después de dormir en medio de la nada, junto a una de los miles de
mezquitas existentes sin que hubiera en su entorno más que 4 chabolas
abandonadas, decidí por unanimidad que no iba a sacrificar mi flamante “Viajera”
en tan infectas carreteras.
Así que, a la mañana siguiente di media vuelta y camino de
casa sorteando baches y tomando caminos pedregosos me fui acercando a colegios públicos
de Mauritania y Marruecos y fui haciendo entrega de esas ceras de colores que
vosotros habíais entregado en ALVAPAR.
Vosotros pusisteis la pasta y yo me llevé los
agradecimientos y las sonrisas de los niños árabes de las poblaciones más
deprimidas.
En definitiva, el
viaje tuvo sus momentos complicados, sus situaciones tensas, pero en definitiva
ha merecido la pena, las noches en pleno silencio del desierto, el tremendo
brillo de las estrellas y la luna, las miradas perdidas en el horizonte sin final,
son algo que nunca podré olvidar, son experiencias únicas.
Limpia y revisada la furgo me voy a dar unos días de
descanso y luego ya veremos lo que surge, porque mi lema, como bien sabéis es “COMO
FUERA DE CASA EN NINGUNA PARTE”
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