jueves, 3 de enero de 2019

RETOS Y PROMESAS DE PRIMEROS DE AÑO.

Retos y auto promesas de primeros de año.
Estamos a día tres de enero, chavales, son 12 días desde el equinoccio de invierno y los días son 24 minutos más largos que el día 21, pero por lo que veo de poco nos sirve, las mañanas siguen siendo más gélidas que en navidad y las nieblas se pegan a la tierra como chicle, así que sigamos remoloneando en la cama hasta que “despeje”
Hoy es el día en que ya por fin estamos en condiciones de empezar a razonar, a darnos cuenta de los millones de neuronas que hemos matado, que por otra parte son irrecuperables, con el puñetero ron, vodka o cava, pero no pasa nada, este año que acaba de empezar vamos a darlos todo.
Gimnasio, chándal deportivas, trajes de neopreno, sudadas intensas, dietas inquisitoriales (que julio está a la vuelta de la esquina) y esa pechá de carnacas, mariscos polvorones y alcoholes varios, no se quitan metiéndonos en la centrifugadora.
Como cada año nos miramos, vemos esas panzonas, esas lorzas, esas figuras dignas de las esculturales señoras de “Botero” o de las gracias de Rubens.
Yo este año, para daros solo in poquito de envidia, no solo no he subido de pero, sino que he bajado caso medio kilito, gracias a una infección del 15, cursando fiebres de 38,50 que me ha afectado a la garganta y que ha inhibido mis ansias gastronómicas.
Como os decía es el día de las promesas que nunca se cumplen, pero para seguir hurgando en la herida, hoy hace tres años, después de una pantagruélica comida, más que regada, inundada de vinos y licores espirituosos y ahumada con casi tres cajetillas de Winston, me prometí olvidarme del tabaco,
Fueron días duros, muy duros, síndromes de abstinencia, ansiedad, dolores articulares, en fin una especie de paliza física y psíquica que duró 21 días, y que desde esa fecha fue remitiendo poco a poco hasta que tres meses después cualquier síntoma de adición había desaparecido.
Me pasa un poco como aquella pareja de la que pensabas que nunca podrías vivir sin ella y ahora la ves, e internamente te dices: pues estoy mejor sin ella.
Hoy, casi mil cien días después, lo recuerdo como algo lejano.
Ahora, camino con más facilidad, me canso menos, los alimentos tienen más sabor, las bebidas son más sencillas de paladear, la naturaleza tiene una mayor intensidad y abanico aromático a la pituitaria, y en el sexo…. Pues hijos míos eso no lo puedo documentar, lo siento.
Este año a ver si me tomo en serio lo de abandonar los “destilados” y eso ya sería la repera.
En fin ahí os lo dejo, que los hados os sean propicios



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