Creo que en alguna crónica ya os he comentado las
incomodidades del viaje, la llegada a San José y la locura que supone moverte
en Bus, por un territorio completamente
desconocido cargado con una mochila gigante y una maleta tipo ataúd.
Gracias a la inestimable ayuda de un joven desconocido, conseguí llegar al autobús que me llevaría a centro de
la cuidad y una vez allí localizar uno
de los muchos hoteles que hay en el entorno.
Llego al primero y cuando pregunto precio, me dicen que si soy tico o turista,
así que sin más me doy la vuelta, me meto en un bar pido una birrita y me pongo
a charlar con los lugareños que me
señalan una pensión de 22 dólares la noche muy modesta pero limpia;
está a 20 metros, así que me convierto de nuevo en mula de carga y me persono
en la pension.
Básicamente es un picadero
que se alquila a 3.000 colones las dos horas. Reviso la cama, las
sabanas estas limpias y el baño brillante
La noche pasa entre el infernal ruido del ventilador y los
claxon de los coches que circulan por la avenida central de san José.
A las 5 de la mañana
la cuidad hierve, todo el mundo está en pie y yo no voy a ser menos, así
que una ducha rápida y a la
rúa a ver la cuidad de día.
Un desayuno, café con leche y un pastelito caminata por los bulevares, fotos, mas fotos, ojos avizor, borrachos
tendidos en las calles, mendigos cubiertos
con cartones, vendedores ambulantes
gritando sus mercaderías pilas,
cargadores, baterías de móvil, auriculares, calcetines; Paraguas, medias, mangos, papayas,
bananos… y así una retahíla de artículos inacabable,
que cientos de personas intentan vender
a los transeúntes.
Es sábado, a las 12
am, he quedado con Beatriz, la chica de
la terraza del Tormes, tiene clase en la Universidad de san José y termina a
las 11, así que hago tiempo quemando suela bajo el tórrido calor tropical de
san José.
Me llama diciendo que
se retrasa, al menos una hora, así que decido buscar una oficina de turismo
y acaparar material para los meses que me esperan en estas tierras.
Le pregunto a un policía municipal y el hombre me acompaña a
la oficina, habla con el responsable y se hace con unos veinte folletos de los
diversos parques naturales, volcanes,
ciudades, mapas provinciales y mapa
general de Costa Rica que me entrega para que me los estudie con calma.
Como buen “parpusa”
me da una serie de consejos, para evitar
que los rateros me quiten la cartera, ya que un hombre mayor, solo por san José y con pintas de yanqui es carme de cañón. “Hay muchos descuideros amigo, vaya con
cuidado”
Le explico que yo también soy del gremio y que tengo más de 40 años de experiencia en estas lides,
pero que agradezco sus consejos, ya que como
ciudadano de este país tiene más conocimientos que yo sobre la
delincuencia local.
Al saber que somos de la misa profesión, se empeña en que
tomemos un “café chorreado”, en un
casino que hay en la Avenida central, y
sin cortarse un pelo, deja solo a su colega de patrulla y se mete en el casino,
le dice al gerente que soy policía
español y que vamos a tomar un café chorreado, - el hombre estaba muy contento de conocer a un
madero.
Me mareó a preguntas y lógicamente le fui contentando a
ellas con arreglo a mis conocimientos, luego de tomar ese café al que se empeñó
en invitarme me llevó de nuevo a la plaza de la Cultura y allí los dos
esperamos a que llegase Beatriz, que apareció a las 12.15 nerviosa y disculpándose
por el retraso. Le digo que no importa que tengo 88 dias por delante para conocer el país.
Después de los saludos nos acercamos al hostal, pillamos las
maletas y en un taxi nos acercamos a las
cocheras de la MUSOC, la empresa de
buses que nos llevaría a Pérez Zeledón
Son unos 135 kilómetros,
casi tres horas de viaje por carreteras inenarrables, pero con unos paisajes
que me tenían petrificado.
Me harté a hacer fotos, creía estar en el paraíso, selva,
selva y más selva, ese paisaje idílico
que contrasta con la locura que manifiestan los conductores de todo tipo de
vehículos, adelantamientos en línea continua, cruces cuando viene alguien de
frente, pitadas, y más pitadas vehículos obsoletos, que en las rampas de cerro,
de la muerte no alcanzaban los 30 kilómetros a la hora.
Tres horitas clavadas y llegamos a San Isidro del General, capital
de la región de Pérez Zeledón.
De nuevo un taxi y en cinco minutos estábamos en el lugar más
bonito que os podáis imaginar: Una casita de 4 dormitorios, en medio de la selva, rodeada de árboles ciclópeos a su vez
poblados de gran vaciedad de frutos y de aves
rarísimas.
Las presentaciones de rigor. D Gerardo el padre, Chaco el
hijo de Beatriz y David, niño súper educado, Yostin en hijo adoptivo de Beatriz y
David, el papá de Chaco. El cariño , la educación
y el respeto de esta familia es digno de encomio.
Ducha rápida, cena frugal t a las 9 de la noche estaba durmiendo
a pierna suelta
y otro día mas....
No hay comentarios:
Publicar un comentario