martes, 19 de febrero de 2019


CUENTO PARA NO INICIADOS


Dice la leyenda  que en un lejano rincón del universo casi completamente rodeado de agua por  procelosos mares, existía un maravilloso país, cuyo nombre no recuerdo.
Cuentan esas mismas crónicas que por ese maravilloso país, a lo largo de los milenios fueron recalando  las más importantes culturas existentes en el planeta y que todas ellas fueron dejando su poso de sabiduría y ciencia,  que los lugareños  fueron incorporando a su propia cultura.
Les  enseñaron técnicas de  labranza, de ganadería de construcción, de artesanía de arquitectura, en fin miles y miles de incorporaciones culturales se fueron haciendo  a lo largo de los siglos.
Este país, a pesar de todas las cultura que por él han pasado dejando su impronta, a fecha de hoy parece haber olvidado todos esos aprendizajes y legados , parece haber recalado en un estado de tontuna , de alienación; más carentes, cada día de neuronas útiles.
Después de 40 años de dictadura y otros 44, más o menos de democracia,  o como se diga, nuestros amados líderes políticos siguen manejándonos como a rebaños.
Nacemos del Betis y morimos del Betis, nacemos socialistas y morimos socialistas, nacemos conservadores y morimos conservadores.
 Y lo triste de esto es que esos  conductores de masas lo saben, y saben de nuestros sentimientos, de nuestro incondicional apoyo al partido de nuestros amores;  ellos desde sus torres de cristal  siguen  viviendo con privilegios muy superiores a los del rebaño; salarios superiores, pensiones infinitamente superiores, retenciones de IRPF inferiores a las del rebaño.
Cada partido, desde hace 40 años viene diciendo que ellos son los mejores, los más honrados, los más legales, los que más se implican en las mejoras de la clase baja y los  que van a proporcionarnos  una educación, una sanidad y una seguridad muy superior a la que el partido de la oposición nos pueda ofrecer.
Y nosotros incautos les seguimos votando culpando a  la oposición de nuestras  desdichas y fracasos.
Me voy a permitir hacer un símil de los partidos políticos actuales con lo que debe ser la construcción de un gran país, donde los ciudadanos   tengan una vida digna.
Pongamos que el  PP fuera el cemento;  el cemento por sí solo no consigue construir una casa, no tiene consistencia ni apoyos
Llamemos al PSOE el acero, es consistente, es duro, pero nunca he conocido un edificio construido exclusivamente con acero,  y aunque lo hubiera no sería nada confortable.
Al  partido Ciudadanos le asignaremos el estatus de arena, elemento que se dispersa y se extiende en una aridez absoluta, que los vientos desplazan con facilidad de un sitio a otro, así que como mucho  serviría para que los ratones horaden sus madrigueras bajo su superficie.
Finalmente a los  morados de  Podemos, les  convertimos en agua, lugar de residencia de los peces, pero  inasumible entender que un humano pueda vivir en las mínimas condiciones  de seguridad en  un lecho de agua.
Pues bien; ahora es cuando el ingeniero, director de obra, debe tomar las cantidades correctas de agua, cemento, arena, acero y  con  inteligencia, muchos cálculos matemáticos, y personal cualificado para ello, podrá construir un edificio cómodo, estable, resistente y duradero para ser habitado.
Quiero decir con esto; y creo que no es necesario explicarlo más que con las teorías de Barrio Sésamo, que  si el PP tiene una idea genial, el PSOE otra, Ciudadanos una tercera  y los de Podemos, aportan su genialidad, pues entre los cuatro generando ideas y el resto aceptándolas podrían hacer de  este país algo más que habitable.
Pero no,  eso no llegará nunca, no puede haber pactos, no se puede hacer el mortero para la obra, debemos dejas que los infelices  votantes sigan creyendo en  su ingenuidad que  con el  acero  por un lado, la arena por otro, el cemento aparte; y el agua en la  otra esquina, cada uno por su cuenta llegará a levantar esa torre de Babel. Evidentemente como esto no es posible  no asumiremos nuestra inutilidad individual, sino que culparemos a los otros elementos del fracaso.
Supongo que dentro de 100 años, salvo que venga un poder intergaláctico o una generación de  inteligencia artificial que nos domine, nuestros  sucesores seguirán defendiendo  el azul, el  rojo, el morado o el naranja. 
Somos incorregibles


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