¿ adoro a mi país?
Pues en una tarde de calores inaguantables, donde varias
neuronas se me han quedado como el “blandiblue” me pongo a pensar si adoro a mi país.
Pues mire usted, mi país como cualquier otro país del mundo
tiene ríos de ensueño, paisajes maravillosos, comidas deliciosas, gentes amables y
cariñosas; en fin que cada territorio del globo terráqueo tiene sus encantos.
Por otra parte, no me siento orgulloso de haber nacido en
España, pero tampoco reniego de este hecho, no tuve posibilidad ni de elegir país,
ni de elegir padres, ni de elegir hermanos. El país y la familia te la imponen,
los amigos puedes elegirlos libremente.
Por tanto si no he tenido posibilidad de elegir el territorio donde nacer, no puedo luchar
contra un hecho inapelable e inalterable; nací es España, soy español, salmantino
y horcajeño, porque las circunstancias así lo decidieron.
Me parece una solemne estupidez, quejarse de ser bajito, negro,
blanco, alto, español. Francés…. Son las
cosas como son y punto
Solemne estupidez, también me parece avergonzarse del sitio
donde se ha nacido, o de la nacionalidad que se tiene; el lugar de nacimiento
nunca lo podrás alterar; y la nacionalidad lo tienes fácil, renuncia a la que
tienes y abraza otra o, quédate como
apátrida, nadie te obliga a ser ni sueco
ni rumano ni español.
Lo que si me produce cierta vergüenza es la clase política que me representa tanto
en una ideología como la contraria.
Se ve que aquí todos
van a lo suyo y a lo de los suyos, es decir a “forrarse”.
Pero no come perro y a pesar de que en público se atacan, lo
cierto es que somos una de las pocas sociedades en las que los ex
parlamentarios, ex ministros, ex presidentes tanto estatales como autonómicos
se asignan unas leoninas pagas vitalicias
de retiro; y en algunos de los casos,
rayando lo esperpéntico esas pensiones
pasa a ser hereditarias por los cónyuges
y los hijos.
No contentos con eso, los salarios se los suben a libre
albedrío sin tener en cuenta el IPC, el paro o la crisis del país.
A más, por si fuera poco, tienen el aforamiento que les protege
contra cualquier delito, cometido dentro o fuera del desarrollo de sus funciones
políticas.
En fin que en pleno esfuerzo mental contra el
termómetro, de lo único que me avergüenzo, es, de que seamos tan sumisos, tan
cobardes; y tan pusilánimes, que
permitimos que esta clase privilegiada siga riéndose de nosotros nuestra
cara, jugando con nuestros destinos y escatimándonos los servicios sociales y públicos en beneficio de sus
amiguetes.
Un pueblo no es el territorio, un pueblo es un conjunto de
hechos sociales, culturales, económicos, por los que todos debemos trabajar,
aportar nuestro granito de arena y tratar de hacer que ese país sea un lugar
más acogedor, seguro y habitable.
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