ANÉCDOTAS DE UN
MADERO
1.- Compra de la biografía del General Franco
Por la época de mi
entrada en el cuerpo Policial de referencia, (enero de 1975) el prestigio tanto
interior como exterior del Jefe del Estado estaba en los niveles más que bajos,
así que se hizo una edición de la biografía
del General Franco, escrita por el protegido del régimen don Ricardo de la Cierva, así que en la Academia Especial de Policía
Armada,, como supongo ocurría en las academias de la Guardia Civil y en los
acuartelamientos militares, nos
presentaron el libro, haciéndonos asistir de forma obligatoria, por unidades al
salón de actos, bajo la atenta mirada de los mandos al uso.
Al final de la
presentación donde habló el Jefazo de la Academia, la envidia que nos tenía
todo el mundo, más allá de los Pirineos, diciendo cuan malos eran los extranjeros, los
comunistas y los enemigos del Régimen,
nos conminó a adquirir esa maravillosa biografía de Franco
La biografía contaba de
tres tomos, era caro, caro, pero caro de
verdad y nos “invitaron” a comprarlo para dejar en alto la imagen del General,
con la advertencia de que si no se compraba esa colección, tendría repercusión
en el cómputo de notas final de los
alumnos
El contrato de compra
especificaba, que del salario se detraería la cuota de compra (se pagaba en 3
meses) así no había posibilidades de
impago.
Evidentemente el 99% de
los nuevos agentes de policía, nos vimos en la obligación de comprarlo si no
queríamos que nuestras notas bajasen
ostensiblemente. Al final creo que no influyó para nada esa compra, pero
si para las arcas del escritor y de la editorial, porque con estas compras, el prestigio del jefe del estado no mejoró ni
un ápice ni su prestigio ni su delicada salud.
Puedo asegurarles que
esa obra nunca llegue a leerla, a pesar
de mi afición a la lectura; incluso le he perdido la pista y no sé dónde puede
parar.
En la Academia Especial
de la Policía Armada, lugar donde nos
formábamos unos 3.000 agentes por año, cada poco había una “movida” de este
tipo; a alguien de la superioridad se le ocurría una idea genial y la ponía en
práctica, sabiendo que la obediencia debida y el miedo a bajar las notas y
encontrarte entre los que tenían que
ir forzosos al país vasco como que
te hacia tener las cosas claras.
En la misma línea, con las mismas” recomendaciones” pero esta vez
sin ánimo de lucro, se nos metió en la cabeza la conveniencia de donar sangre, en una época en que esa manera de altruismo estaba poco
extendida.
La donación llegó a tan
alto grado de aforo que la unidad
extractora hubo de regresar en tres días distintos para poder hacer las
extracciones a todos los “voluntarios”.
Cierto es que esa
primera vez, me hizo sentirme extraordinariamente bien y desde esas fechas sigo
donando a un promedio de 2-3 veces al año, así durante 43 años seguidos.
Como recompensa, ese día el bocadillo y el vaso de vino fueron gratis
para todos los donantes y además nos proveyeron de una castilla de donante que
molaba un montón.
A lo largo de tres
interminables meses, salpicados de cocinas, guardias, refuerzos, imaginarias, arrestos,
revistas de pelo y botas, transcurrió mi formación profesional tratando más
de escaquearte de los mandos militares, que de
aprender realmente lo que debíamos
aprender. Gracias a que después había un
periodo de prácticas donde los
veteranos eran tus auténticos profesores en el arte de sobrevivir a un modelo
de sociedad que solo te permitía meterte con el pueblo llano, porque a partir
de un determinado nivel te encontrabas
con la temida pregunta ¿sabes usted con
quien está hablando?
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