jueves, 17 de agosto de 2017

Antes de nada,  mi más sentido pésame a las familias de los fallecidos, a la cuidad de Barcelona y a España en general por este incalificable suceso.
Era cuestión de tiempo, el delincuente no duerme, no coge bajas, no tiene festivos, solo tiene odio, ansias de venganza,  ganas de matar,  de disfrutar con el sufrimiento ajeno, cuanto más dolor, mucho mejor, cuantos más muertos más publicidad para la causa, cuantos más condenas y repulsas, más felices se sienten.
No se puede tener un policía detrás de cada musulmán, no se les puede marginar por el hecho de serlo, pero sí que se pueden  hacer tareas de control y vigilancia de determinados individuos, (piensa mal y  acertarás).
Sé que a muchas personas les dará sarpullido lo que  voy a decir, pero creo que la infinidad de policías  catalanes (moços);  ellos no son los responsables;   que están dedicados a  labores encomendadas por sus jefes políticos a recabar datos  sobre enemigos políticos reales o imaginarios, se hubieran dedicado a las labores propias de su cargo, información, vigilancia, prevención, tal vez,  solo tal vez,  este luctuoso suceso habría podido evitarse.
El enemigo no es España, el enemigo no es Madrid, el enemigo que “nos roba” no pone bombas, no asesina con una furgoneta en las Ramblas, no disfruta viendo  desmembrarse cuerpos por el asfalto.

El enemigo que tenemos es un enemigo común,  un asesino pagado, dirigido, formado, adiestrado y catequizado, por el islamismo más radical, para matar, matar y matar.

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