Antes de nada, mi más
sentido pésame a las familias de los fallecidos, a la cuidad de Barcelona y a
España en general por este incalificable suceso.
Era cuestión de tiempo, el delincuente no duerme, no coge
bajas, no tiene festivos, solo tiene odio, ansias de venganza, ganas de matar, de disfrutar con el sufrimiento ajeno, cuanto
más dolor, mucho mejor, cuantos más muertos más publicidad para la causa,
cuantos más condenas y repulsas, más felices se sienten.
No se puede tener un policía detrás de cada musulmán, no se
les puede marginar por el hecho de serlo, pero sí que se pueden hacer tareas de control y vigilancia de
determinados individuos, (piensa mal y
acertarás).
Sé que a muchas personas les dará sarpullido lo que voy a decir, pero creo que la infinidad de
policías catalanes (moços); ellos no son los responsables; que están
dedicados a labores encomendadas por sus
jefes políticos a recabar datos sobre
enemigos políticos reales o imaginarios, se hubieran dedicado a las labores
propias de su cargo, información, vigilancia, prevención, tal vez, solo tal vez,
este luctuoso suceso habría podido evitarse.
El enemigo no es España, el enemigo no es Madrid, el enemigo
que “nos roba” no pone bombas, no asesina con una furgoneta en las Ramblas, no
disfruta viendo desmembrarse cuerpos por
el asfalto.
El enemigo que tenemos es un enemigo común, un asesino pagado, dirigido, formado,
adiestrado y catequizado, por el islamismo más radical, para matar, matar y
matar.
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