ULPIANO
Esta mañana, mientras
en el monte de Gargabete paseaba con mi fiel perruca Babas, mirando los espacios sombríos que tenían escarcha
y los puntos donde el sol ya había llegado que lucían primaverales, me dio por remover mis meninges
reconduciéndolas hacia el recuerdo.
Me llegó el nombre de Ulpiano, nombre por otra parte poco común
en esta época, donde los Kevin el Jonatán,
el Asier, se están enseñoreando en los
registros civiles.
Ulpianos, he conocido dos en mi vida.
Uno de casualidad, fue gobernador civil de Salamanca al que el pueblo
apodaba como Ulpiano I el Casto, por la cruzada que hizo contra la prostitución
y en favor de la moral y las buenas costumbres allá por principios de los años setenta,
si mi memoria no falla
El Otro Ulpiano,
menudo, delgado, un ser peculiar,
pariente lejano, amigo próximo. Procedente de Horcajo Medianero, recaló en su infancia
en Santa Marta de Tormes y antes de alcanzar la mayoría de edad, emigró
a Cataluña, regresando, de nuevo, años después a Santa Marta ,con una ideología
virada a la izquierda de la que nunca se
separó, a lo largo de su vida.
Calefactor-fontanero de profesión llegó a Concejal de Santa Marta,
diputado provincial por el partido Comunista en Salamanca, dejó su trabajo en los radiadores y en la grifería durante su
periodo de diputado para dedicarse a tiempo completo a la de político.
Le acompañaban por aquel entonces, un modesto piso sin
ascensor y un Renault 9, ya entrado en
años. Cuando abandonó la política, seguía viviendo en ese mismo piso y
conduciendo el mismo auto, y evidentemente,
en consecuencia con su moral, volvió a montar calefacciones con sus
antiguos jefes hasta el fin de sus días.
Nunca se adueñó este viejo comunista de un centavo ajeno, nunca
colocó a nadie de su prole en un
despacho, ni pidió una canonjía para sus
allegados. Vivió y murió fiel a sus
ideas, a sus principios y rodeado de los mismos amigos de siempre, con los que
gustaba compartir un botellín de cerveza y discutir de política.
Escuchar a Ulpi hablar de comunismo era toda una lección de
adoctrinamiento y de convicciones ideológicas, creía en ello y eso le daba un
plus de autoridad moral por encima de
otros muchos
Ahora me da la sensación de que los sucesores en la ideología comunista no tienen la misma escala de valores que el
bueno de Ulpiano. No han matado el oso y ya se están repartiendo la piel.
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